El arte estuvo presente en su casa desde siempre, con la música como protagonista. Siendo niño, fue testigo de charlas interminables de las cuales participaron, entre otros y nada menos que Eduardo Mateo, Alfredo Zitarrosa, Eduardo Darnauchans, Rúben Rada y Urbano Moraes. Martín Buscaglia y una disfrutable charla con Primera Página Dominical.
El destacado artista, nacido en Montevideo en 1972, se presentará el sábado 10 de mayo, a las 20:00 horas, en el Centro Cultural Casa Lorca (Roosevelt 758) de Minas. Las entradas están a la venta y el celular de contacto de la organización del espectáculo es el 099 84 70 11.
-¿Por qué sos músico? ¿Concibes tu vida sin la música? ¿Te visualizas dedicado a otra cosa?
-En el mundo de la fantasía, ahora que hace tantos años que hago música, sí me visualizo, pero tendrá que ser en otra vida. En esta ya no creo que me dé el tiempo para llegar a los lugares a los que sé que la música me ha llevado. Se necesita tiempo para eso. Entonces, si volviera a vivir, capaz por probar otras opciones, me inclinaría por algo totalmente diferente. No sé ni qué, la física cuántica o algo más sencillo como poner un puesto en una feria para vender frutas y verduras. Pero todo eso es en el terreno de la fantasía. Después, lo que tiene la música, para mí, es como una llave con la cual entender el mundo, te lleva a otros lugares y puedes aprender a pensar, no solo sobre la música, sino sobre el día a día, sobre las relaciones, sobre otras ramas del arte, obviamente, y también sobre los países, la política, la sociedad, todo a través de la música. Y no me refiero solo a lo más explícito, a que un letrista te pueda revelar algo con una frase acertada. No, no, la música mismo, el tocarla, aprender a ejecutar un instrumento, el entender por qué funcionan algunas cosas y por qué no otras, todo eso me lo ha dado la música y capaz que le pasa a todo el mundo, a cualquiera que se dedique con el suficiente entusiasmo a su oficio y termina viendo el mundo a través de él.
-La referencia sobre tu padre, Horacio «Corto» Buscaglia, está siempre presente. Imagino tu niñez, la casa familiar con la efervescencia cultural propia de la asidua presencia de Eduardo Mateo, de Rúben Rada y de Urbano Moraes, entre otros.
-Tengo eso de seguir una tradición familiar, aunque mi padre, en su multifacetismo, lo que más amaba era el teatro y la dirección de teatro. Mi vieja -Nancy Guguich- estaba metida en la música, ni qué hablar con la música para niños en particular y en la expresión corporal. Sin dudas, mamé todo eso. También es cierto que es algo que pasa con otros oficios: en la esquina de casa hay una panadería y quien la atiende es la hija de quien la atendía cuando yo era niño. Diego Forlán fue un gran jugador de fútbol de nuestra selección y su padre (Pablo) y su abuelo materno (Juan Carlos Corazzo) también lo fueron. Bueno, el presidente anterior (Luis Lacalle Pou) es el hijo de un expresidente (Luis Lacalle Herrera), o sea que se da bastante en todos los oficios, familias de médicos, en lo que sea. Igualmente, haber compartido en la infancia de un modo muy cotidiano con artistas que ahora son no solo colegas sino héroes, como vos nombraste a Eduardo Mateo, Urbano Moraes, Rúben Rada, hasta Alfredo Zitarrosa, Eduardo Darnauchans, gente que conocí cuando yo era niño o adolescente y en un contexto cotidiano, charlando en un asado, en una guitarreada o hablando de política o de lo que fuera, fue un privilegio. El provenir de una familia que hace un oficio no determina que inevitablemente vos seas bueno en él. No funciona así. Hay músicos buenísimos cuyas familias provienen de otros lados. Por eso no considero un privilegio venir de una familia musical; sí lo considero venir de una familia amorosa, de tener padres amorosos que me apoyaron en lo que quise hacer que, no casualmente, fue también un camino similar al que ellos hacían, aunque hubieran apoyado igual si hubiera querido hacer estas otras cosas que te nombraba: físico cuántico o feriante.
-Repasé algunas reseñas sobre tu trayectoria. En varias de ellas encontré, a modo de definición: “Figura influyente en el mapa de la música contemporánea de Latinoamérica”. ¿De qué manera asumes serlo? ¿Coincides con esta valoración?
-Las definiciones, por definición, son siempre traducciones o un poquito imperfectas. Nunca abarcan todo: o abarcan más de lo que es, o abarcan menos de lo que es. Entiendo que se necesitan para poder conversar con alguien y saber de qué estamos hablando, pero nunca completan el total. Lo que sí sé y noto es que realmente hace mucho tiempo que vengo tocando. Mi primer disco salió en 1996, o sea que hace un montón de tiempo. Voy a cumplir 30 años en 2026 y vengo tocando hace mucho. Lo he hecho no solo en Uruguay, sino que toco mucho en Argentina, cruzo bastante a España, en América he tocado en casi todos los países y la verdad es que siento el cariño, no solo de la gente que me pudiera ver que, dependiendo de la ciudad, puede ser mucha o muy poquita, pero que siempre es un público muy cariñoso. También noto el cariño de los colegas y es algo que agradezco muchísimo. Sé que todo eso es posible porque siempre hice las cosas que quise hacer. Como hablábamos anteriormente, con el ahínco y con el rigor, con pasión y con la aventura que te permite esta tarea, esta labor de ser músico. Con los años me imagino también que es un terreno como un paso a paso, algo que es bastante natural, como que empiezas tocando y nadie te da bola, sobre todo en tu tierra. Después empiezan a hacerlo, muchas veces en lugares que no son tu tierra; a los 20 nadie te da bola y a los 30 ya ganas algunos adeptos. A los 40, o bien te retiras y te dedicas a otra cosa o estás establecido, y a los 50 empieza a pasar esto que me estás diciendo ahora, de que en las reseñas te nombran como eventual referente de cierta movida. Me parece que es el camino, es el trayecto al que te lleva la música. Siempre tuve referentes, referentes mayores y siempre intento estar atento a los jóvenes y a ver quién me llama la atención y quién me entusiasma. Me parece que es así el ciclo de la vida de un músico que logre hacer de la música su medio de vida y su medio de leer el mundo, de leer la vida.
-Hablando de ciclos, ¿en qué momento de tu carrera consideras que te encuentras? Como compositor, ¿cuánto juegan la inspiración y las pautas métricas y poéticas?
-Es un tema que me interesa mucho, el de cómo uno compone y el de ser consciente del momento en que estás, que no es siempre el mismo. No es lo mismo cuando sos chico y compones canciones todos los días, sin parar. Ahora compongo mucho menos pero también estoy más en la diana, digamos, en mi diana, en la que tengo yo. Entonces, yo qué sé, los discos que hago cada vez me gustan más, pero todos me gustaron, todos me reflejaron en su momento. Creo que es eso, que estoy en un momento que con cada vez menos elementos llego al lugar donde quiero estar y al que puedo acceder. Con cada vez con menos elementos, con menos palabras, con menos acordes y con menos instrumentación. A eso te lo da el tiempo. Parece que es natural que en un principio tengas un impulso vital por probar todo y también por demostrar. Demostrarte a vos todo: mirá, puedo grabar esto y componer de esta manera y de esta otra y puedo hacer un tema más clásico y otro más exótico y uno más intrincado y uno más sencillo…. Y vas llegando a un punto en el que no piensas más, en el que piensa por vos la música y ahí, naturalmente, conviven las herramientas, que son tan rigurosas como el aprender un metro poético o cómo se toca un instrumento o un género. Lo mismo es aprender a cómo relacionarte con la inspiración y también con la intuición, porque no es simplemente dejarte llevar y que te baje lo que sea. Hay una manera. Es difícil de reseñar y de poner en palabras. Hay una manera que creo es de cada uno, de cómo uno disponerse y entregarse para que la inspiración se pose en uno. Es como lo ideal, es ser como una antena, pero a esa antena uno tiene que construirla un poquito también. No es que nacés y sos una antena. Tenés que ver qué cosas de vos potenciar, qué cosas te están sobrando, en fin… En cuanto a cosas más concretas, estoy pensando en grabar un nuevo disco. No tengo apuro en eso. No me guío por esa lógica de cada dos años tengo que hacer un disco o una colaboración con alguien para mantenerme vigente. Confío en la música, el arte se basta a sí mismo. Si lo que haces está bueno, se mantiene vigente, como la música de todos los capos que nos gustan y que no importa si los discos salieron hace un mes o hace años o lo que sea. Estoy preparando un auditorio Adela Reta para mediados de junio, por lo que considero que este toque en Minas seguramente será el último que haga en Uruguay antes de ese toque más grande.
-Cuando comenzabas tu carrera, una de las ambiciones máximas de los músicos era acceder a un estudio de grabación. Todo ha cambiado ahora, el tiempo de las plataformas. ¿Por dónde transita la lucha en la actualidad?
-Creo que es el momento de la vida real, que hay algo que tiene el escenario y que sabes que también lo tiene la improvisación, que eso sigue siendo bastante indómito, algo que no lo puedes reproducir ni en un estudio, ni con máquinas, ni con inteligencia artificial -por ahora-, ni nada de eso. Celebro cualquier instancia que me toque, veo cómo sacarle provecho, como dice el dicho: si llueven limones, haces limonada. Me gusta haber estado en el siglo pasado. Hice el primer disco y era como vos decís, entrabas a un estudio, porque antes de eso, a las canciones las tenías en tu mente y nada más, las habías compuesto con una guitarra, quizás las habías tocado con tu grupo, pero después escuchar cómo sonaba toda la orquestación que te imaginabas en la cabeza era solo en el momento en que podías entrar en un estudio. Después viví el cambio a principios de este siglo con el advenimiento de la posibilidad de grabarse uno en su casa, lo cual trajo un montón de cosas divinas. Yo he grabado muchos discos así, probando, teniendo tiempo infinito para grabarme y no en las horas acotadas de un estudio. Es como todo, se gana y se pierde. Ganas esa posibilidad, pero pierdes la tensión de los músicos tocando en vivo en un estudio. Nada es ideal, y si algo lo fuera, todos haríamos eso y lo arruinaríamos. Es imposible que algo sea el paraíso. Hoy, con todas las tecnologías y posibilidades veo que hay muchísimas bandas que en vivo suenan increíble, entre otras cosas porque tiran cosas grabadas y todo eso. No estoy en contra de nada, estoy a favor de todo en ese sentido, pero creo que lo que sigue siendo invencible y único es lo que lo fue desde el principio de los tiempos: alguien subido a unas tablas, con un tambor, con una guitarra, con su garganta, haciendo música, casi desnudo, te diría. Eso sigue siendo lo más difícil de lograr.
-Hace unos días te reencontraste sobre un escenario con Urbano Moraes en Musicación 6, en Teatro El Galpón. ¿Cómo viviste ese momento?
-Fue una experiencia importante. Esa es la palabra y supongo que Urbano lo sabía en su fuero íntimo. Sabíamos que iba a ser una noche divina, esa conjunción de tantos colegas. Hay una cosa que el público no ve, que es el camarín, el backstage, que suelen ser muy emocionantes porque te encuentras con muchos amigos, con colegas con los que no te cruzas tanto porque estás tocando y estás en otras vueltas. Eso fue muy lindo, varias generaciones atrás del escenario y varios géneros musicales. Estaba Julio Cobelli con sus guitarras ‘zitarrosianas’, Gonzalo Franco que toca flamenco con un bailaor, había un coro de niños y estaban Rúben Rada y Fernando Cabrera, y estaba yo con mis co generacionales de toda la vida, con Nico y Martín Ibarburu y con Gustavo Montemurro, entre otros. Fue muy emotiva esa instancia. Creo que lo que Urbano buscaba era un poquito esto que venimos hablando, hacer algo invencible, algo indómito que sigue siendo, algo un poco ingobernable por definición. La inteligencia artificial es gobernable -por ahora- y eso la hace limitada. Es al revés de lo que parece. Te dicen «es ilimitada» y no es así porque tiene alguien que la programa. Igual que tocar en una computadora donde estás atado a parámetros a través de los cuales otro te está marcando cómo se graba. Subís a un escenario y con la pequeña cuota de caos que implica algo como esto que hicimos en la Musicación, que fueron más de 3 horas de show, con 70 músicos, esa es la música, esa cosa indómita, esa fuerza mayor. La música es mucho mayor que cualquier músico, por más herramientas y hechizos que uno domine. Es un error pensar que es uno el que la controla. Es un tire y afloje, es dialéctico te diría, es como cabalgar sobre un dragón: capaz que lo puedes guiar para acá y para allá, pero si quiere se da vuelta y te tira una bocanada de fuego y chau.
-Seguramente también estuvo presente el espíritu de Mateo.
-La verdad que sí, estuvo un poquito presente Mateo y también mi viejo, un poco literalmente, en videos que hubo, en comentarios de mucha gente, en versiones de canciones. Recuerdo que en los últimos momentos del show, que fue de 3 horas y pico, Diane Denoir con el Lobito Lagarde conformaron un momento muy emocionante tocando Y hoy te vi, ese tema divino de Mateo. Yo toqué con mi familia, con mis hijos, con mi hermano y con mis sobrinos. Hicimos una versión del Chim pum fuera, una canción que compuso mi viejo para Canciones para no dormir la siesta. Estuvo de esa manera más explícita pero después de una implícita, porque tanto mi viejo como Mateo, como esa generación y ese mundo, los años 60 fueron efervescentes y florecientes. Además, en El Galpón, en el mismo lugar donde se hicieron los espectáculos míticos. Entonces un poquito de esa energía, que es la energía que en los 60 floreció, también estuvo ahí. El avance de la conciencia humana y el de la tecnología fueron por carriles un poco diferentes. Eso que pasó en los 60 y que es una llama que mantiene viva Urbano Morales, por ejemplo, o Hugo Fattoruso, es algo que atraviesa los tiempos y que pasa a veces por los músicos, a veces por los poetas, a veces por los científicos. Es la misma energía que había en los 60 en las musicaciones, es las que tenían los dadaístas y los surrealistas en Francia en los años 30 y es la misma que tenía Oscar Wilde en Inglaterra. De lo que se trata es de intentar tomar un poquito de eso, de ese rayo, y dejarse llevar un poquito por él.
-¿Qué detalles puedes adelantarnos sobre tu presentación en Casa Lorca el 10 de mayo?
-Tendrá que ver con todo lo que hemos hablado. Con los años, siento que cada vez con menos elementos está el todo.
-Despojado.
-Sí, despojado, pero a veces con el término uno puede engañarse y pensar que es menos, que súper vestido es mejor. No, puedes estar súper vestido y muerto de calor y no poder ni caminar. Despojado es que con menos elementos llegas a los mismos lugares. Entonces, todas las facetas que habitan en mí, y por ende en mi música, aparecen igual, aunque toque solamente con una guitarra, que es lo que voy a hacer en Lorca. Aparece todo y eso no implica que únicamente sea íntimo o delicado. Sí, esos lados tienen un foco y prevalecen, pero todo el lado más expansivo, extrovertido, por momentos improvisado también, y por momentos súper ensayado. Todo eso aparece igual. Todo eso está en uno, uno no puede escaparse. Más allá de que sea un bonito ejercicio intentarlo, es fatuo, no lo vas a lograr nunca. A eso lo fui entendiendo con el tiempo. A veces me interesa preparar un hiper show, con muchos ropajes, como el que voy a hacer en el Auditorio Adela Reta, que es una sala muy grande, pero disfruto, te aseguro que disfruto de la misma manera y me emociono de la misma forma y quiero creer que la gente también lo hace cuando toco en un lugar más pequeñito, con lo mínimo posible como en este caso, que voy a ir con una guitarra y con un tecladito, nada más. Al final termina pasando lo mismo.