En la reunión del Consejo de Ministros realizada ayer, los máximos jerarcas del Ejecutivo nacional definieron junto al presidente Yamandú Orsi varios aspectos que pueden tener beneficiosas consecuencias en la situación de seguridad del país, a largo plazo. Para ser más precisos, se trata de modificaciones a la Ley de Lavado y la creación de un Sistema Integral de Lucha contra el Crimen Organizado y el Narcotráfico (Silcon).
¿Se acuerdan de cómo era Minas, y cómo era buena parte del país, sobre todo en el interior, en materia de seguridad, hace unas décadas? ¡A veces dormíamos con la puerta de calle abierta!
No nos dábamos cuenta, porque era parte de la normalidad: las puertas de los hogares estaban abiertas casi todo el día, los delitos y crímenes violentos eran -con la excepción del cáncer de la violencia de género, que no era menos usual antes, sino menos expuesto al público- una rareza. Prácticamente no existían las rapiñas, y lo más común en la materia eran los robos por descuido. Una bicicleta sin tranca en la vereda que desaparecía, o algo por el estilo.
Hay quienes dicen que esa seguridad era debida a la dictadura cívico-militar y su labor policíaca y militar, pero es completamente falso: antes de la dictadura la seguridad, o la casi completa ausencia de algunos delitos violentos, era al menos igual, o quizá mayor. Lo único que hizo la dictadura en materia de seguridad fue agregar nuevos delitos, aberrantes, inhumanos, imprescriptibles: tortura, secuestro, desaparición de personas. En todo el país, Lavalleja incluido. Y los criminales vestían el uniforme de la Patria, y utilizaban las armas que el Estado les dio para defendernos. Pero ese es otro tema.
¿Qué ocurrió para que, en las décadas siguientes, la situación de seguridad del país se deteriorara tanto, y al parecer tan rápidamente?
En la base del fenómeno, según no pocos especialistas en seguridad pública, ocurrieron la inequidad y la desigualdad: América Latina es el continente con mayores niveles de homicidios y de inseguridad en el mundo, si no consideramos países en guerra como Ucrania, o pueblos víctimas de genocidio, como el palestino en Gaza. Al mismo tiempo, tenemos al continente más desigual del mundo, el de mayores diferencias entre quienes tienen y ganan más y quienes tienen y ganan menos.
¿Hay que resignarse entonces, y soñar con un futuro sin desigualdad socioeconómica, en 40, 50, 100 años?
Ni soñarlo. Vamos a ponernos el overol y a trabajar en seguridad, sí con medidas culturales, educativas, socioeconómicas, pero también, y urgentemente, con más y mejor trabajo policial y de inteligencia policial, de combate del lavado de activos, de persecución de narcos… y sobre todo de los más grandes.
Porque, está bien, todos vemos cómo la seguridad se deteriora rápidamente cuando se instala una boca de drogas en la cuadra, o en el barrio: aumentan inmediatamente en la zona los robos, las rapiñas, los arrebatos, los delitos y crímenes violentos, las balaceras. Hay que cerrar y clausurar las bocas de drogas… aún sabiendo que la misma pandilla ya tiene prevista la apertura de una nueva boca de venta de drogas en la misma cuadra, en el mismo barrio, al día siguiente. Y a esa nueva boca hay que cerrarla también. Es lo que la Policía, con un trabajo encomiable y constante, ha estado haciendo, lo mejor que puede, durante años.
Pero, ¿alcanza con eso?
Claro que no. Quienes regentean las bocas de drogas son el último eslabón de esa cadena narco-criminal. Quienes abastecen a esas pandillas con drogas son más importantes, y quienes importan esa droga, o la producen en el país, vuelan más alto, mueven más dinero y armas… y generan más inseguridad. Esos no viven en barrios populares de Minas o de cualquier ciudad del país. Esos, los que ganan decenas de miles, cientos de miles o millones de dólares mensuales con la venta y el tráfico de drigas, o lavando dinero del narcotráfico y de otras actividades delictivas, viven en barrios privados, exclusivos, tienen costosas propiedades en nuestros principales balnearios… y han trabajado casi impunemente, por décadas, en el país.
Por eso, que el nuevo gobierno haga modificaciones a la Ley de Lavado de Activos y el Financiamiento del Terrorismo, fortaleciendo el control sobre operaciones sospechosas, es una excelente noticia. Y la creación del nuevo Sistema Integral de Lucha contra el Crimen Organizado y el Narcotráfico es una mejor noticia aún.
En el océano del crimen organizado, puede ser positivo pescar a las mojarritas. Pero mucho más importante es capturar a los tiburones.