Lo leemos y los escuchamos todo el tiempo: “la política es una porquería”, “los políticos son todos iguales (malos, corruptos, deshonestos, mentirosos)”.

Y algunos dirigentes políticos a veces parecen dar la razón a esos comentarios.

Pero, para empezar, la política es en realidad una actividad colectiva, que busca resolver los problemas de una sociedad.

Gracias a la política podemos resolver problemas tan graves como la (in)seguridad, la distribución de los recursos de la sociedad, por ejemplo cuánto dedicamos, como sociedad, a la seguridad, la educación, la salud, la cultura, etc. Podemos, con la política, resolver el problema de la pobreza infantil, o agravarlo, según las decisiones que tomemos y cómo las implementemos. Podemos hacer política de vivienda garantizando que cada familia pueda vivir en condiciones dignas. O podemos hacer política de vivienda brindando facilidades para la construcción de viviendas de lujo, que sólo unos pocos podrán comprar y disfrutar.

Hacemos política si como sociedad aumentamos el presupuesto militar y hacemos política si decidimos (como Costa Rica, hace ya muchos años) que ya no vamos a tener Fuerzas Armadas.

Todos hacemos política, o más bien, todos tenemos la posibilidad de hacerla, aunque es usual que pensemos que los ciudadanos de a pie sólo hacemos política con nuestro voto. Basta que seamos parte de una cooperativa de vivienda para estar haciendo política. Basta con que participemos en una marcha -o que decidamos no participar- para estar haciendo política.

La política es algo demasiado importante, como para dejarla en manos, únicamente, de los políticos profesionales.

Por otro lado, y para refutar lo de “todos los políticos son iguales”, basta pensar en dirigentes políticos como José Batlle y Ordóñez, Luis Batlle Berres, Baltasar Brum, Héctor Grauert, Aparicio Saravia, Leandro Gómez, Wilson Ferreira Aldunate, Héctor Gutiérrez Ruiza, Líber Seregni, Zelmar Michelini, Alba Roballo, José Pedro Cardoso y tantos más, para darnos cuenta que no todos son iguales. Así como hay políticos que nos puedan parecer detestables, también hay otros que, casi unánimemente, consideramos como grandiosos y dignos de imitar y honrar.

La política también puede ser, siempre debería ser, una actividad noble, necesaria construir una sociedad mejor.