Volvió a Minas y se reencontró con una parte de su vida. Para bien o para mal, la infancia marca a fuego. A pesar de las carencias y las penurias, hoy Obrayan Delgado transmite, desde una amplia sonrisa, lo que le tocó vivir en esa etapa.  Mentor en autoconocimiento y mentalidad, hoy acompaña a otras personas en procesos similares a los que él vivenció.

Nació en Minas el 30 de agosto de 1995 y regresó a meses de cumplir 30 años. En plaza Libertad realizó un video que luego subió a sus redes sociales y rápidamente se viralizó. En él narró parte de lo que fue su infancia, las carencias vividas, junto con su entereza para salir adelante y para transformar su vida.

«Éramos ocho hermanos -dos ya fallecieron-, yo el más chico. Nací en el hospital y me crie en el Barrio Estación, donde viví la mayor parte de mi infancia con mis padres, hasta que se separaron. Fui a la Escuela Nº 35 y también a un centro de Chiquillada, atrás del cuartel, donde se les daba la merienda a los chicos. A pesar de todas las dificultades, fue una etapa feliz. En ese momento, no reparas tanto en las carencias. Al crecer, se hizo bastante dificultoso asimilar un montón de cosas que había pasado». Así comienza su relato.

Sus padres se separaron y durante un tiempo vivió con su mamá -hasta que se radicó en Maldonado- y otro período junto a su padre. «Fueron momentos difíciles. Mi padre trabajaba mucho y quedábamos al cuidado de mi hermana mayor, que tenía 15 o 16 años. Nos manejábamos solos casi todo el tiempo».

SENSACIONES

Hace unos días, Obrayan volvió a Minas y en plaza Libertad realizó un video que subió a sus redes sociales relatando las peripecias de su infancia. Las imágenes se viralizaron rápidamente. «El video llegó a muchas personas. Fue una locura ver tanta repercusión. Me contactaron personas que me conocían desde que yo era un niño».

Sobre las imágenes, publicó: «Acá andaba por las calles con mis hermanos, casi entendiendo que mi futuro estaba escrito, sin saber que la vida me estaba forjando. Hoy, con 29 años, regreso distinto. Con los ojos abiertos, con el corazón agradecido y con la certeza de que se puede sanar, de que se puede crecer, de que se puede cambiar la historia. Minas no es solo mi origen. Es el lugar donde aprendí que incluso desde lo más difícil puede nacer algo hermoso».

«Salíamos todos los días a pedir. También cuidábamos autos en la terminal y con esa plata, por lo general, pasábamos Año Nuevo y Navidad. Afortunadamente, nunca me acerqué a nada turbio, que en ese momento estaba en ese entorno y era factible que pasara. También solíamos ir al basurero a buscar distintas cosas. Juntábamos aluminio y cobre por las calles... Fueron años difíciles, pero siempre estaba en mi esa cuestión de crecimiento. Trataba de nunca faltar a la escuela, de hacer lo mejor posible, más allá de haber sufrido bullying en esa etapa», continuó.

En el video, Obrayan, con la perspectiva del tiempo, relata aquellas vivencias con una sonrisa en su rostro. «Es que soy un afortunado. Emprendí mi camino y salí adelante a pesar de las dificultades. Todo fue perfecto. Todo lo que viví me transformó en la persona que soy hoy. Estoy orgulloso de mí.», declara.

CONTRASTES

El 21 de diciembre de 2005, Obrayan viajó a Maldonado para compartir la Navidad con su madre, pero la estadía en el vecino departamento se extendió hasta el día de hoy.  «De los seis hermanos, tres éramos menores en ese momento. Cuando ella vio el estado en el que estábamos, decidió que nos quedáramos con ella. Yo no lo entendía porque ni siquiera habíamos llevado ropa como para quedarnos. De esa manera me quedé a vivir en Maldonado y mis amigos se quedaron en Minas. Nunca pude decirles que me iba porque el cambio fue una sorpresa para mí».

Como pasa con otras ciudades en el mundo, en Maldonado y particularmente en Punta del Este, con pocos metros de distancia, conviven territorialmente lujosos edificios y asentamientos. Las desigualdades quedan aún más expuestas. Retomando la historia de Obrayan, aquel niño que había sufrido bullying en Minas, debía adaptarse a un nuevo entorno y sin la presencia de los amigos que hicieran más llevadero el proceso.

«Nosotros vivíamos en Maldonado Nuevo, una zona también de muchas carencias. Fue difícil hacer nuevos amigos y resultó complejo cursar sexto año en una nueva escuela. De a poco, todo eso empezó a revertirse, más allá de que recién cuando tenía 14 años comencé el liceo. Mientras tanto, seguí juntando cobre y aluminio», recordó.

Ninguno de sus hermanos había cursado Secundaria. «Recurrí a una vecina que ayudaba a todo el barrio y le pedí si podía conseguirme el uniforme. Así  fue que entré al liceo. En mi clase, por supuesto, era el mayor -tenía dos años más que mis compañeros-. Me fue espectacular. Llegó un momento en que no podía creer que había sido el primero de toda mi familia en terminar la Secundaria. Lamentablemente, algunos de mis hermanos tomaron otros caminos, fruto de haber crecido entre tantas carencias», continuó.

“BUSCADOR DE VIDA”

Continuar con el estudio fue una decisión que encaminó su futuro. «Siento que siempre fui como un buscador de vida, que serlo me impulsó a progresar todo el tiempo». Además de lo estrictamente curricular, entiende que haber cursado Secundaria fue trascendente en su adaptación a la vida en sociedad, en cuanto a incorporar hábitos diferentes a los que conocía hasta ese momento.

Fue el punto de partida que impulsó nuevas e intensas búsquedas. «Siempre quise algo distinto. Formaba parte de una familia con muchas carencias. En Maldonado vivíamos todos juntos en una casa muy chiquita. Confieso que la mirada de los demás me condicionaba, el miedo a los juicios de los demás... Más allá de eso, seguí con mi búsqueda interna de conectar con lo que me llevaría a conseguir lo que he podido hacer hasta este momento».

Obrayan Delgado cursó la carrera de Educador Social durante tres años, hasta que «me di cuenta que no resonaba conmigo. Hacía la práctica en un centro de INAU -Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay- donde me sentía muy identificado con todos los chicos que asistían. Me encantaba, pero al mismo tiempo sentía que no conectaba con mi propósito».

Abandonó la carrera y optó por Abogacía, la cual estudió en el CURE (Centro Universitario Regional del Este) de Maldonado durante dos años. «También me encantó, pero tampoco sentí que fuera lo mío, lo que buscaba intensamente. Y en ese camino llegué al desarrollo personal que me atrapó al trabajar mentalidad, propósito y autoconocimiento. Fue lo que literalmente transformó mi vida».

NUEVA ETAPA

Con el tiempo, Obrayan se mudó a un apartamento en Punta del Este. Hoy dicta mentorías de autoconocimiento y mentalidad «no solo porque son áreas que estudié en profundidad sino también porque lo viví. Hoy me dedico a ayudar a otros desde la experiencia y desde el conocimiento que adquirí». Desde ambos ángulos considera que «siempre estamos a tiempo de transformar nuestras vidas. En algún momento sentí la duda de si podía hacerlo, pensando en lo que había sucedido con dos de mis hermanos, pero manteniendo el eje y los objetivos claros es posible lograrlo, alejado de cuestiones turbias que no podemos negar están presentes en la sociedad. Con 14 o 15 años ya era muy centrado en cuanto a mis metas, a mi propósito y no hubo nada que me alejara del intento por alcanzarlos. Si yo pude transformar mi realidad, todos pueden hacerlo», subraya.

Reconoció que, al decidir transitar este proceso, en muchos pasajes sintió los efectos de la soledad. «Con 15 o 16 años los gurises se juntaban, tomaban vino en caja y fumaban marihuana. Yo estaba muy solo al decir no, al no sumarme al grupo, algo que es difícil de asumir a esa edad».

«Mentor en autoconocimiento y mentalidad. Acompaño procesos de transformación reales. Espacios para conectar tu potencial. Explora tu transformación», define Obrayan Delgado en su perfil de Instagram.

«Estoy inmerso en un proceso de transformación muy lindo. He tenido la posibilidad de viajar a Brasil, a Argentina, a México, a Paraguay y han sido experiencias enriquecedoras», destacó nuestro entrevistado, quien hace ocho años trabaja en un restaurante. Ingresó como mozo y desde hace un bien tiempo está encargado de las relaciones públicas del emprendimiento. «Siempre he estado abocado al servicio. De alguna manera, el servicio me cautivó, me gusta eso de brindarme hacia los demás. En esto del crecimiento, siento que me atraviesa, que mi propósito está muy vinculado a la comunicación, al acompañamiento en los procesos de desarrollo de las personas».

Las mentorías en mentalidad y autoconocimiento «son mi pasión, siento que ahí el tiempo no pasa, que soy un canal para que las personas puedan conectar y eso me hace mucho bien».

SANAR CON EL PASADO

Al referirse a la relación afectiva que mantiene con Minas, condicionada por las carencias sufridas, nos dijo que «son situaciones que de una u otra manera identificas con el lugar donde las viviste. Y en mi caso, en Minas, la mayor parte del tiempo estuve sufriendo porque, entre otras cosas, vivir lejos de tu madre es traumático, con mi padre trabajando todo el día, por lo cual la figura paterna no estaba tan presente en mi vida».

Pasó el tiempo y «a medida que fui creciendo, fui entendiendo, amigándome con esa versión mía. Hoy, con madurez, puedo ir, puedo apropiarme de lo que es Minas. La visita de hace unos días fue una locura, porque empecé a visitar lugares a los que iba de chico. En la infancia estaban las caballerizas -no sé si existen aún-, en Barrio Estación, donde en la esquina había un bar, un lugar muy precario donde viví mucho tiempo. Al volver, pensaba: ‘yo me crie acá’, por lo que conectar con ese lugar terminó siendo hermoso, a pesar de todo».

«Es sanar con el pasado y amigarte con esa versión. Durante mucho tiempo, estuve como negado. Fue parte del proceso. En mi adolescencia le cuestionaba mucho a mi vieja haberse ido. Después entendí que mi madre y mi padre fueron víctimas de otras situaciones. Comprendí que todos tuvimos batallas, que cada uno hizo lo que pudo, abrí el corazón e hice a un lado el rencor. A mi vieja la adoro, comparto mucho tiempo con ella. Y otro tanto respecto a mi viejo. Ambos pasaron por situaciones muy complejas e hicieron lo que pudieron», afirmó.

«Cuando me contactaste para la entrevista pensé en que mi historia de vida pudiera ser leída por alguien que esté atravesando una situación compleja, pensando en que no hay salida posible. Yo descubrí un término, se llama antidestino, para emplear cuando sentimos que la realidad es incambiable. No hay un destino fijado. Por más que hoy transites por momentos difíciles, se pueden revertir. Siempre podemos elegir. Por eso me encanta esta posibilidad si puede servir de inspiración para los lectores», expresó Obrayan Delgado en diálogo con Primera Página Dominical.