“Belela” Herrera falleció el sábado 17 de mayo, a los 98 años. Fue subsecretaria del Ministerio de Relaciones Exteriores entre 2005 y 2008 -primera mujer en ejercer ese cargo-. Reconocida por su lucha en favor de los Derechos Humanos, en particular durante la dictadura uruguaya, tras el golpe de Estado en Chile, se incorporó al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Hoy la recordamos a través de pasajes de la entrevista que concediera a Primera Página Dominical en setiembre de 2023.
“Tuve una educación religiosa. Mi madre era religiosa. Mi padre no, pero la acompañaba. Mi padre fue fundador del Frente Amplio con la idea de que se podían unir perfectamente cristianos y marxistas. Él recibía el diario Liberación, de París, donde se hablaba de la Teología de la Liberación, la que abrazaron muchas personas, entre ellas mi ángel protector desde siempre, ‘Perico’ Pérez Aguirre, desde su acción extremadamente comprometida en SERPAJ (Servicio Paz y Justicia). Cada vez que volví a Montevideo -durante un tiempo no pude hacerlo porque fui perseguida-, cuando obtuve mis credenciales en Naciones Unidas, siempre estuve en contacto con él. Él me iluminaba y me contaba todo lo que pasaba en Uruguay”.
“Salvador Allende nunca perdió su sonrisa. Era un hombre bueno que siempre quiso lo mejor para su país y su gente. A pocos días de asumir se convocó a una reunión de los curas seguidores de la Teología de la Liberación, a la que fueron los más destacados adherentes a la misma. Desde Uruguay fue Monseñor Luis del Castillo, quien cenó en nuestra casa”.
“Recuerdo nítidamente el 11 de setiembre de 1973, el día del golpe en Chile. Encima del pijama me colocaba un saco. Llevaba a mi hija hasta mitad de camino. Desde allí ella tomaba un bus que la conducía a la Facultad de Arquitectura. Fue mi segunda hija, la que falleció, la que perdí. Es lo más terrible que le puede pasar a una madre. Cuando yo iba en el auto hasta la famosa plaza donde se habían desarrollado todos los líos, a mitad de camino hasta llegar al centro-centro, veía que todos los autos estaban volviendo. ¿Qué pasa? ¿Qué pasa? Empecé a preguntarme. Encendí la radio y escuché las famosas palabras de Salvador Allende: ‘Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor», ese discurso entrañable que pronunció al final de su alocución”.
“En momentos como esos una tiene que hacer las cosas. Nunca fui una mujer valiente, jamás. De chica tenía miedo. Mis padres salían y yo quedaba llorando con miedo. Sin embargo, en esos momentos una tiene una fuerza que no puede explicar en palabras. Yo me enfrentaba al ministro del Interior chileno y le decía que tenía que ir a ver a un refugiado que estaba preso. Él me daba el permiso para ir. A eso lo hice siempre. No tenía miedo. Podía haber pasado cualquier cosa, porque podían pincharme una rueda del auto, porque CEPAL, desde mi casa, quedaba muy lejos. Me cruzaba todo Santiago de noche, de nochecita, a cualquier hora, y podían hacerme cualquier cosa. El tema es que se vengaron a través de mi hija. Ella se había ido a Europa con su profesor de Arquitectura. Allí estuvieron durante mucho tiempo. Se casaron y volvieron. Vivían juntos en una casita que alquilaron a los pies del cerro Santa Lucía. Una mañana, ella haciendo footing con una amiga iban subiendo el cerro hasta que en un momento determinado vieron un auto con esa luz encima, propia de la policía. Bajaron desde el auto y quisieron introducirla dentro del vehículo. Se resistió y gritó como loca. Apareció un jardinero con un tridente y le dijeron que eran de la Policía secreta chilena. El tipo quedó paralizado. Fue terrible. Tocaban a una de mis hijas. Era un domingo y fui a la casa del jefe de abogados de la vicaría. La situación en Chile en relación a Uruguay era muy diferente. En Chile hubo muchos lugares a los que recurrir para pedir ayuda. La Corte Suprema en Chile, que al principio estuvo a favor del golpe de Estado, se dio vuelta, estuvo completamente en contra de lo estaba pasando y se puso del lado de los abogados. Se presentaron recursos de habeas corpus y los abogados actuaron en forma contundente, lo que en muchos casos sirvió para salvar vidas (en otros, ya los habían matado)”.