Sentirse en armonía, parte del todo. Visualizar la realidad desde otra perspectiva, desde la humildad humana hacia la inmensidad de la naturaleza... La zona de Arequita ha sido el escenario ideal para empezar a familiarizarnos con el slackline y el highline, disciplinas que tienen en el minuano Felipe Melgar López a un referente en la materia a nivel nacional.
A punto de recibirse en el Instituto Superior de Educación Física (ISEF) de Maldonado, con 35 años, Felipe Melgar López trabaja en el Liceo de la Barra, en el vecino departamento esteño, dedicándose también a la recreación y al deporte.
Melgar explicó a Primera Página Dominical detalles de estas disciplinas, incluyendo una terminología hasta ese momento desconocida por nosotros. «El slackline es como cuerda floja. Lo que hacemos en altura es highline y de ahí se derivan dos ramas: el freestyle, que son cintas más tensas, de nylon, donde la idea es con el rebote de la cinta hacer trucos, y el otro es speedline, una carrera donde, a nivel mundial, se compite en velocidad sobre 50 metros, recorrido que se realiza, aproximadamente, en 30 segundos».
Probando
Felipe se conectó con estas disciplinas en 2015, porque «siempre me gustaron las piruetas, el contacto con el aire, el deporte, anduve mucho tiempo en BMX». También practicó fútbol, voleibol, taekwondo y natación. «Siempre fui muy inquieto. De chico, me gustaba hacer de todo y hoy creo que entraría en esa definición o diagnóstico de niño hiperactivo».
Disfruta del movimiento, de pensar a la educación física desde ese lugar. En ese caso, al movimiento se suma la adrenalina que se origina a partir de ellos. «Con un compañero hicimos la tesis sobre highline y la denominamos ‘riesgo-cuidado’, porque si bien corremos mucho riesgo, porque son actividades de riesgo y en altura, existen muchas medidas de prevención, a tal punto que la idea es que no nos pase nada indebido o inesperado».
En Lavalleja
Desde el año 2017 se realiza en el entorno serrano el festival de highline, más precisamente en la zona de Arequita. En ese momento Felipe Melgar profundizó su vínculo con esta disciplina. «Anteriormente hacía slackline, en el piso. En 2017 empecé a probar en la altura y me ‘voló la cabeza’».
Le consultamos sobre las sensaciones que tuvo la primera vez que probó la disciplina en altura. «¿Sinceramente? Miedo, tremendo miedo. Tengo una foto en la que estoy sentado y queda reflejada mi cara de terror. Pero bueno, es lógico, te vas acostumbrando al repetir muchas veces situaciones de riesgo. Las terminas normalizando». Eso se logra también al profundizar en el conocimiento teórico y técnico de la disciplina, «incluso al llegar a conocer a los fabricantes. Todo eso te aporta seguridad y tranquilidad. Vivenciarlo me ha ayudado a calmarme, a ser más equilibrado y a evaluar riesgos. Considero que en la vida todo es dual. Es decir, el equilibrio existe porque también existe el desequilibrio. Es como una lucha entre el equilibrio y el desequilibrio. No es que algo sea estático. Es al revés, tiene frecuencia», explicó.
Sobre este concepto, Felipe agregó que «el equilibrio, generalmente, es dinámico», lo que determina que «sea más fácil mantenerse en movimiento. Me parece que el equilibrio es aprender a moverte».
Práctica
Declaró que todos pueden realizar los ejercicios en el piso, en diferentes niveles. Junto a Ignacio Gutiérrez, licenciado en Educación Física, su amigo, Felipe realiza prácticas en la especialidad y planificaron la actividad con hamacas en cerro Arequita. Para ello contaron con un respaldo muy importante, de una autoridad internacional en la materia como lo es el brasilero Vladimir Momberger. Felipe e Ignacio, a su vez, están al frente de un taller en Liceo Nº3, en el cual enseñan a los adolescentes las características del slackline y de la escalada. También han trabajado con niños y con adultos. «A nivel de piso, no hay problema. Además, se puede colocar una cuerda arriba como ayuda, como forma de facilitar hacer diferentes pasos y progresiones. Por supuesto que hacerlo en altura, legar a hacer freestyle o speedline es un proceso que lleva años de práctica».
Felipe e Ignacio crearon en 2021 la empresa Punto Equilibrio, primera especializada en slackline y en highline en Uruguay. Tours hamacas, instalaciones, venta de equipo y clases integran su oferta. «Nosotros ingresamos a las personas a la cinta, les armamos la hamaca, las subimos, dejamos que disfruten de la puesta del sol y luego las bajamos. Eso es como un producto para el turista y para las personas que quieran vivenciar la altura y que aún no pueden caminar o no les interesa hacerlo y sí estar en ese lugar».
La competencia
En Uruguay, hasta el momento, solo se han realizado exhibiciones, sin ingresar en la faz competitiva. Felipe Melgar ha competido en Chile y en Argentina y también de manera online, enviando videos con el propósito de clasificar para el pasado mundial.
Del 18 al 21 de junio se realizará el primer mundial de highline, freestyle y speedline en Sudamérica. Será el tercero, ya que los anteriores fueron en Suiza. Se desarrollará en Chapada dos Veadeiros, a 200 kilómetros de Brasilia, en el marco de un paisaje paradisíaco donde abundan las cascadas, «con pueblos turísticos al estilo Villa Serrana» y donde participarán atletas de Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Estados Unidos, Canadá, Alemania, España, Francia e Italia. Nuestro coterráneo será parte de la competencia tras haber sido invitado por la organización.
Melgar destacó el respaldo brindado por parte del Área de Deportes de la Intendencia Departamental de Lavalleja, concretamente a través de su director, el profesor Neris Villalba.
Sensaciones
Al referirse al enfoque brindado en su tesis, nuestro entrevistado mencionó que la temática fue asociada al estilo de vida actual, con énfasis en el consumismo. Desde su experiencia, practicar estas disciplinas constituye, ante todo, «mucho aprendizaje, porque se relaciona no solamente con el deporte sino con el tema de los riesgos, el uso de cuerdas y de nudos, y en general con todo lo que tiene que ver con la gestión».
Todo debe ser planificado, evaluando escenarios. «La cinta más larga que colocamos en el cerro tiene 300 metros, lo cual requiere de ocho personas trabajando al mismo tiempo. Todo eso, además, necesita de la debida coordinación con instituciones y con diferentes actores de la zona. Se trata de un aprendizaje que no solo te enseña en la parte deportiva y físico-motriz, sino también en la vida y los vínculos. Si bien es un deporte que al momento de subirte a la cinta lo haces solo, dependes de otras personas, de la manera en que esas personas cooperan y se complementan entre sí».
En la actualidad se trabaja intensamente en la creación de la primera asociación que nuclee a estas disciplinas en Uruguay.
Para poder utilizar la cinta se necesita mínimamente de dos días de trabajo en equipo. «Lleva mucho tiempo armar y siempre dependemos de las condiciones del tiempo. Si llueve, la actividad debe suspenderse, al igual que si el viento supera los 30km/h. Eso nos ha pasado, así como también que las cintas entren en resonancia. Siempre armamos dos cintas, una principal y otra de backup. Siempre va doble, al igual que los anclajes. Lo que va a la piedra es como un tornillo expansible. En ocasiones empiezan a resonar la cuerda principal con el backup y ha pasado de que se rompen, se destruyen. No es muy común, pero sucede. Para nosotros es una tragedia, porque nos rompe la cinta. Además de que el ruido que produce se asemeja al de un helicóptero».
Arribando al final de la charla, Felipe Melgar López aportó una singular nota de humor a la charla: «Vamos subiendo con las mochilas y nos decimos: ¿no teníamos nada más fácil para hacer? ¿Por qué no salimos a dar una vuelta en bici o algo así? ¡Qué manera de complicarnos la vida! Pero en forma inmediata te das cuenta de que la recompensa siempre vale la pena. El ocupar el espacio del aire, estar ahí, incluso parado en un mismo lugar. Es sentirte parte de la naturaleza, del todo, es otra dimensión. Es estar en el aire, ni más ni menos que eso, estar en el aire», concluyó.