La música, la pintura, el dibujo y la literatura nunca faltaban en la casa de sus abuelos. Así Samantha se sintió atraída por las artes y siendo pequeña tomó clases de piano y de guitarra, mientras cantaba con su abuela. La cantante y compositora, se presentará el 25 de abril, a las 21:00 horas, junto a Mariana Vázquez, en el Centro Cultural Casa Lorca de nuestra ciudad.
«Provengo de una familia de músicos. Mi padre es fagotista y contra fagotista, maestro de música de cámara, académica, ingresó al SODRE a temprana edad. Su hermana, también, ingresó con 15 años y a partir de un concurso, en aquel SODRE de los años ’60, con una orquesta reconocida en el mundo entero. También fue un momento muy especial de la música ‘clásica’. No sé si ahora tiene el mismo prestigio que tuvo en aquel momento. Era otro mundo… Ahora todo es muy diferente en relación a las músicas», respondió Navarro a la pregunta sobre su vinculación con la música.
Nos contó que su abuela paterna «fue una pianista muy copada», pero que «por las cuestiones del sistema en el que vivió y que sigue manteniéndose en cierto punto, no pudo elegir hacer la carrera; tuvo que dedicarse a su familia y a sus hijos, sin poder desarrollarse como pianista».
Ese fue el entorno en el que Samantha Navarro nació y creció, vinculado a la música clásica hasta que empezó a estudiar guitarra. «Fue en una guitarra que mi abuela había comprado en el Chuy por 100 pesos, en 1967 -solía contarlo a menudo-. Es una guitarra chiquita. En el living de la casa de mi abuela había un montón de instrumentos: el piano, una mandolina con pocas cuerdas, la guitarra, un bombo legüero, una güira, maracas, cosas así, como mágicas. Entonces podías tocar cualquier cosa que quisieras. Te lavabas las manos e ingresabas al living en aquella dimensión mágica. Todo era fantástico», rememoró agradecida.
Esos fueron sus comienzos. «Empecé a cantar con mi abuela. Ella tocaba muy bien el piano y de su época de juventud tenía un montón de tangos o canciones populares en dos hojitas. Era complicado escuchar música en la casa, no había equipos, solo la radio».
Desde pequeña, declara, «tuve muy claro un enfoque artístico», ya que, además de la música, «me gustaba pintar. Mi abuelo lo hacía y dibujaba muy bien, además de arreglar máquinas en su taller. Las casas de mis abuelos estaban repletas de libros. Había un respeto y un amor muy grande hacia la escritura, la cultura y hacia las cosas bellas. Era impresionante».
Eduardo Darnuchans y Fernando Cabrera
Eloísa Fernanda («tiene nombre de telenovela», bromea Samantha) es su hermana melliza. En una época «hacíamos todo en tándem. Siendo niñas estudiamos piano, pero claro, a mi hermana no le gustaba. Y así sucedió con varias cosas, hasta que a los 14 años como que separaron nuestros caminos y se aceptó que hiciéramos cosas diferentes. Mi hermana estudió ballet y yo guitarra clásica con el maestro Mario Payssé. En la primera clase me enseñó cómo tenía que sentarme y colocar mi cuerpo. Maravilloso. Al toque empecé a hacer canciones porque a la llama artística la tengo desde niña y en varios terrenos. Me he dedicado por entero a la búsqueda de la belleza a través de pequeños objetos como son las canciones».
En 1994 se realizó el Primer Festival de la Canción Inédita de Montevideo. Samantha decidió participar de la convocatoria por una razón muy especial: en el jurado estaban artistas de la talla de Eduardo Darnauchans («yo era recontra fan del Darno») y Fernando Cabrera. «Era la época del casete y suponía que, si me presentaba, ellos al menos iban a escuchar una parte de mi canción. Para mí, ese era un premio en sí mismo. Al final, me fue muy bien y ganamos el primer premio en forma compartida con Inés Pierri como mejores autoras. A partir de ese momento, comencé con la grabación del primer disco y Darnauchans fue muy importante porque le gustó lo que yo hacía y se comunicó conmigo para darme para adelante. El Darno es un faro en la resistencia cultural, una persona increíble, un poeta maravilloso, un gran compositor y cantante. Lo vi tocar en lugares increíbles. Además, nos pasaba data: ‘ustedes, que son jóvenes (al público) tienen que leer a tal y a tal otro’».
Vuelo poético
Continuando con el repaso de su trayectoria artística, Samantha Navarro formó su primer dúo junto a Martín Buscaglia, otro destacado músico de su generación. En 1998, junto a los hermanos Ibarburu y a Gustavo Montemurro, grabó el disco Mujeres rotas. En esa etapa «empecé a trabajar de esto, algo que es muy complicado concretar. Como es algo que me gustó hacer desde chica, como siempre estuve tan convencida, busqué la manera de poder dejar mucho espacio para trabajar en el arte. No es que me siento un día y en cinco minutos hago una canción. No es tan sencillo, al menos para mí no lo es, requiere de un montón de trabajo. Hay quienes tienen otras técnicas y otras características y de repente en cinco minutos tienen flor de tema y es un ‘hitazo’. No es mi caso. La manera de poder realmente dedicarse a esto tiene que ver con el trabajo remunerado, y eso es muy complicado de lograr, más allá de que también sea parte del desafío. En Uruguay (conozco más en profundidad lo que ocurre en Montevideo, pero tengo referencias de lo que sucede en todo el país) requiere de una ingeniería doméstica para poder afrontar la vida y a todos sus desafíos», analizó la artista.
Pese a las dificultades existentes que enfrentan los artistas uruguayos a diario, Navarro consideró que «es impresionante la cantidad de creatividad existente en cada rincón de nuestro país. Es maravilloso».
Afirma que su generación «al no haber chances de trabajo exorbitantes, tuvo una característica particular. Se lo he escuchado a otras personas, no es una idea solo mía, pero coincido: cuando no tienes un sistema de ese estrellato, que tocás y tenés mil fechas, hay tiempo libre para investigar posibilidades y no tenés ninguna fórmula que funcione, ninguna receta. Eso te permite una mayor libertad, el vuelo poético es muy libre porque, de última, no debés cumplir con las exigencias que son típicas de un público masivo».
En épocas en las cuales predominan las plataformas en la difusión de obras artísticas, Samantha plantea que esa «cantidad descomunal de recursos hace que todo sea mucho más complejo». Es decir, «por un lado, es una posibilidad, hay una cantidad de estímulos, al escucha le cambió de modelo, ‘picoteas’ las cosas, no está presente aquello que había antes y que tenía que ver con la profundidad. La abundancia, de alguna manera, quita valor a las cosas. Pero bueno, así son estos tiempos», sostuvo.
Mucho más que dos…
El 10 de noviembre de 1994 se promulgó la Ley 16.624 a partir de la cual se creó el Fondo Nacional de Música (FONAM) con el objetivo de financiar el apoyo y la difusión de la actividad musical nacional en todo el territorio de la República, a partir de dos convocatorias anuales a presentación de proyectos que, evaluación mediante, son financiados total o parcialmente. Samantha Navarro cumplió una destacada labor también a ese nivel, como integrante de la Comisión Administradora. «Estuve en el FONAM en un período transicional. Fue un gran desafío, enfrenté un montón de problemas. Fue muy interesante porque conozco el FONAM por haberme presentado a muchas convocatorias y porque me han dicho que no cantidad de veces. Entonces, cuando la gente me dice: ‘Me presenté y me dijeron que no’…, yo les pregunto ¿cuántas veces se han presentado? Me responden que una vez y yo les cuento mi experiencia».
La cantautora Ana Prada, colega de Samantha, asumió la presidencia del Fondo Nacional de Música. «Estoy muy contenta de que Ana esté en ese lugar. He trabajado con ella, somos amigas y es una persona divina, súper buena profesional, recta, con convicción, genial. Estoy muy copada».
A las 21:00 horas del viernes 25 de abril, en el Centro Cultural Casa Lorca (celular de contacto, 099 84 70 11) comenzará el espectáculo. Tendrá como protagonistas a Samantha Navarro y a Mariana Vázquez.
«Casa Lorca es un lugar que descubrí a través de Instagram y pensé: ‘Si estuviera cerca, iba a todas las actividades’. Me parece una maravilla. Ahora tiene un valor extra, porque es donde se genera el contacto con la gente, el momento, el tiempo y el espacio, que en este presente se vuelve más importante».
Este espectáculo ha sido disfrutado en diferentes lugares de la costa uruguaya en la última temporada estival. «La idea es seguir tocando donde nos inviten, donde se pueda ir a trabajar y mostrar esta propuesta. Somos dos, pero suena como mucho más. Tenemos guitarra y Mariana toca acordeón, armónica, ukelele, canta. Pasan cosas muy interesantes. Básicamente, está centrado en mis canciones e interpretamos canciones de otros compositores cercanos que incluimos en el repertorio».