El presidente de la República Yamandú Orsi solicitó la renuncia de su ministra de Vivienda, Cecilia Cairo, una muy comprometida y veterana militante del Movimiento de Participación Popular (MPP).

Las razones, a la vista de todos: la casa donde vive Cairo, en la Costa de Oro de Canelones, tiene múltiples problemas: construcciones no regularizadas, Impuesto de Primaria no pagado por al menos diez años, y posiblemente unas cuantas cosas más.

La propia Cairo llamó a los periodistas a su casa, y se las mostró. Una casa humilde, de igual o peor calidad que la de muchos trabajadores uruguayos.

Quiso realizar allí la conferencia de prensa -sería la última que ofrecería como ministra- para mostrar que vive humildemente, y dijo que efectivamente, las revelaciones del programa radial La Pecera acerca de sus deudas e irregularidades, aunque no constituyen delito, son ciertas. Dijo que no pagó porque dedicó los recursos que tenía, en estos años, a ayudar a sus hijos y a otras prioridades. Y dijo que no cometió delito alguno.

Lo que es estrictamente cierto: Cairo no cometió delitos.

Pero era insostenible que siguiera siendo ministra de vivienda si no tenía la suya propia regularizada -aparece como “terreno con mejoras”- y tiene una vieja deuda con el Impuesto de Primaria, que pagamos muchos, ayudemos o no a nuestros hijos.

Políticamente era imposible que el gobierno mantuviera a Cairo en el cargo, porque no se puede tener a una ministra de Vivienda que no tiene su propia vivienda regularizada. Además, era electoralmente imposible. Orsi, que hizo campaña electoral con un eslogan que decía “que gobierne la honestidad” no podía sostener a Cairo, a pocas semanas de las elecciones departamentales.

Es un golpe para el gobierno y la primera baja en su gabinete. Y una baja dolorosa, porque Cairo, con un estilo emocional y emotivo, transmitía una fuerza y una energía que ya quisiéramos en cualquier ministro, de cualquier gobierno. Cairo es un cuadro político experimentado y valioso del MPP, y tendrá otros lugares de lucha política. De hecho, será nuevamente diputada. No ingresará al Senado porque ya había renunciado a su cargo para ser ministra.

Lo que sigue resultando completamente inexplicable es la torpeza política de Cairo y del MPP. ¿Cómo es posible que ella y que su grupo político no hubiesen considerado a tiempo (en febrero, a inicios de marzo), cuando ya se sabía que iba a ocupar ese cargo, que era imprescindible que, al menos en ese aspecto, de su propia vivienda, la ministra fuese inmaculada, sin una mancha ni crítica posible?

Si el gobierno no se dio un tiro en el pie, este episodio se parece mucho a eso.