Hasta hace unos días todos nosotros estábamos llevando a cabo nuestras vidas, yendo y viniendo, corriendo para cumplir con todo y deseando tener tiempo libre. Y de pronto, como si un hechizo hubiera tenido lugar: ¡abracadabra! Estamos todos en casa, juntos y con todo el tiempo a nuestra disposición. Lo que en un cuento hubiera generado algarabía nos ha sumido a todos en un estado de perplejidad y preocupación considerable. Es que estamos recluidos para protegernos de un virus nuevo y temible, no para descansar o divertirnos. No estamos de fiesta, estamos en “cuarentena”, palabra que nos remite a cuentos viejos e historias de miedo. Y no lo estamos imaginando: lo estamos viviendo, hoy, acá, allá, todos nosotros. Y nos encontramos con muchos nuevos desafíos por día, que se multiplican si además tenés hijos.
Cada realidad es diferente y deben haber tantas situaciones como familias en confinamiento. Por eso es que generalizar es tan injusto como peligroso. Nadie te puede decir lo tenés que hacer con tu vida en familia. Lo único que podemos hacer es darte algunas recomendaciones sobre la evidencia de experiencias aplicables y después vos verás qué tomás y cómo lo implementás en casa.
Lo primero es recordarte que hoy, más que nunca, sos el referente al que van a mirar tus hijos para saber qué pensar, sentir y hacer. Por eso vale la pena pensar sobre cómo hacerlo todo de la mejor manera.
ALGUNAS RECOMENDACIONES
Es necesario que toda la familia acepte esta situación y para lograrlo, entender los motivos es crucial. Vos como madre o padre sos el primero que tiene que aceptar y entender, para poder explicarles a los niños y conseguir su adhesión.
La explicación sobre lo que sucede tiene que ser clara, veraz y sencilla. Necesitamos que entiendan lo que tienen que entender: este es un virus muy contagioso y la única manera de combatirlo es que todos detengamos la posibilidad de pasárnoslo de uno a otro. Por eso nos quedamos en casa, por eso desinfectamos lo que llega de afuera, por eso nos lavamos las manos con cuidado. No necesitan saber más, pero ayuda mucho si también le damos un sentido solidario: así estamos ayudando a toda la comunidad.
Protégelos del exceso de datos y detalles que sólo sirven para preocuparlos. Si son chicos filtrá lo que reciben, cuidándote tú también de lo que ves y decís frente a ellos. Si ya son más grandecitos y ya acceden por sí mismos a la información, ayúdalos a pensar, a discernir lo confiable de lo que no lo es, a buscar fuentes oficiales y fidedignas, a no creer ni esparcir rumores.
Es normal y esperable que aparezcan emociones y pensamientos perturbadores frente a esta nueva realidad: miedo, pensamiento catastrófico, enojo, tristeza, frustración… A veces las reacciones aparecen “a cara descubierta”: “mamá, tengo miedo que nos pase algo”, otras veces lo hacen a través de actitudes, comportamientos o malestares. Algunos niños van a estar más apegados y demandantes, otros van a quejarse de dolor de barriga o de cabeza, otros pelearán a sus hermanos más de lo habitual, otros tendrán miedos de noche… Lo primero a hacer siempre, frente a cualquier emoción, es demostrarles que los entienden, que respetan su preocupación o su irritación. Eso es conectar y ser empático, ese es el puente de comunicación que no puede faltar. Recién después ayúdenlos a pensar sobre lo que sienten y a ponerlo en palabras. Todo lo que es posible de ser expresado con palabras genera algún alivio. Una vez que ello sea posible, puede que sea necesario reparar algo que se hizo mal o pedir disculpas a alguien. Eso también hace bien y fortalece.
No le tengan miedo al miedo: ¿cómo no temer frente a peligros tan reales? Pero enséñenles a gestionar el miedo transformándolo en medidas realistas de protección y cuidado. El problema sería negar el miedo, reprimirlo o transformarlo en otra cosa: malhumor, irritación, amargura. El miedo sano es nuestro aliado porque es lo que nos avisa de las amenazas y nos ayuda a cuidarnos.
Promuevan también la aparición de otros pensamientos y emociones: por ejemplo, la gratitud. Por tener casa, familia, refugio. El coraje es otra emoción que se puede provocar: tenemos miedo, sí, pero lo enfrentamos y vamos a salir adelante. El optimismo y la esperanza se pueden fortalecer haciendo planes para el futuro a la luz de los nuevos aprendizajes que vamos teniendo.
Tengan una conversación de organización en familia que fortalezca la mentalidad de equipo: “somos nosotros quienes vamos a tener que encontrar la manera de pasarlo lo mejor posible y salir adelante. Todos tenemos que aportar y todos tenemos que recibir del otro. “ Eso implica entre otras cosas repartir las tareas de la casa. Nadie puede quedar sin alguna tarea por pequeña que sea o parezca. Todos tienen que sentir que tienen responsabilidades y que son necesarios.
Créales una estructura que los sostenga a lo largo del día. No dejes que el ocio los desorganice y los malhumore. No son vacaciones, es una cuarentena y las formas son particularmente importantes en tiempos de crisis. Mantengan la casa razonablemente ordenada, respeten horarios, siéntense a la mesa para comer.
Hay que dormir lo necesario y de noche: acuéstalos temprano y que se levanten razonablemente temprano también. Los horarios de alimentación también deben cuidarse: no se puede comer a cualquier hora, porque no es sano hacerlo.
Armen un esquema de actividades en el día que incluya actividad física (así sea en el pasillo), juegos, trabajos escolares y tiempo libre.
No se sientan en la obligación de transformarse en animadores perpetuos: tengan tiempo para hacer cosas en común y tiempo para cada uno. Si no saben jugar o entretenerse solos, es un buen momento para que empiecen a aprender.
Tampoco se sientan en la obligación de transformarse en maestros. Aunque sea un tiempo excepcional, ustedes tienen que seguir cumpliendo el rol de padres. Desde ese lugar se van a encargar de que encuentren el momento y el lugar para hacer la tarea, podrán orientar en la búsqueda de método o respuestas, pero no mucho más. El desfasaje de los contenidos de aprendizaje es lo menos importante en este momento.
Enséñenles a disfrutar el aquí y ahora: “mmm, qué rico el olor a tostadas”, “cerremos los ojos para escuchar esta música a ver que nos imaginamos”. ¡Que disfruten la nueva posibilidad de no estar apurados!
Tu como adulto a cargo sos muy importante: cuidate. Es necesario que estes calmo y presente para poder conducir el barco en estas aguas turbulentas. Si son dos, repartánse la tarea, apóyense, hagan turnos para que el otro pueda descansar o hacer lo que le gusta. Es importante que te mantengas regulado . Escuchá la música q te gusta, hacé ejercicio, meditá, respirá, buscá consuelo en lo que te dé sano consuelo.
Si no podés solo, si sentís que estás al borde del desborde, buscá ayuda en alguien en quien confíes y pueda apoyarte o buscá ayuda especializada online.
Hoy más que nunca tus hijos aprenden mucho más del ejemplo que de las palabras. Que te vean cauto, responsable, disciplinado, realista y calmo es lo que les va a dar seguridad pero además les marca la ruta interna para tomar en tiempos de crisis.
Si además ven que no perdés el humor ni la alegría y que sabés aprovechar las oportunidades del nuevo tiempo, esto se habrá trasformado en una etapa fecunda. Cuando tus hijos crezcan recordarán este tiempo. Ojalá sea con una sonrisa amorosa cargada de orgullo por la fuerza familiar.
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