ENTREVISTA EXCLUSIVA CON PRIMERA PÁGINA
Juan Carlos Martínez es “modelo 44”, según él mismo dice.
Este empresario del área agropecuaria del departamento (es titular del
escritorio rural que lleva su nombre), de 75 años de edad, no olvida nunca
agradecer a su familia por el papel que han jugado en su vida y en su empresa.
Está casado con Ester Ordaz y tiene dos hijas, Gabriela (profesora de Inglés) y
Malvina (maestra de Educación Inicial). Integrantes de su familia trabajan
también en la empresa y constituyen un apoyo fundamental para su labor, junto a
funcionarios que en general han estado con él por muchos años, y que Juan
Carlos valora enormemente.
Pero ésta es una historia que comenzó hace muchos años.
REPARTIENDO VERDURA EN CARRO
El padre de Juan Carlos tenía comercio. El primer trabajo
que recuerda Juan Carlos de él era con un carro tirado por caballos, en el que
Martínez padre vendía y repartía verdura, casa por casa, al igual que hacían
por ejemplo los tamberos, que repartían la leche. La fruta y la verdura, los
huevos y las gallinas, los compraba en Paso de la Azotea, donde había muchas
quintas, “de unos señores Asencio y García”, recuerda. La familia Martínez vivía,
con su hijo único Juan Carlos, en una casa en la calle Otegui de Minas, entre
Carabajal y Ellauri, a una cuadra del Cementerio Central.
A los nueve años de edad, Juan Carlos comenzó a trabajar en
un garaje y taller mecánico propiedad de
Alberto Scuarcia, abuelo de los Scuarcia que viven en Minas ahora. Ese garaje y
taller era representante en esa época de Mercedes Benz y de Jeep Willys. Era
además propietario de la estación de servicio Esso que está frente a la
terminal de omnibuses de Minas. El garaje luego pasó a llamarse Verdún. Juan
Carlos ayudaba en el taller, “limpiando, haciendo mandados”. “Formamos una muy
buena relación con don Alberto Scuarcia, a quien quería mucho. Me pagó mi
primer sueldo, en esa época una moneda”. Con el pasar del tiempo, el joven Juan
Carlos se dio cuenta de que podía y debía buscar otros horizontes laborales.
LAS PRIMERAS FERIAS
Con 15 o 16 años, unos amigos le invitaron a ir a trabajar a
las ferias ganaderas del departamento. “Mi función era hacer boletas,
liquidaciones, guías. De ahí arrancamos a trabajar en varias ferias. La primera
feria en la que trabajé fue De Ibargoyen y Esponda, en Polanco. Era el día 4 de
cada mes, una feria mensual. Para ir a Polanco a la feria salíamos a las 7 de
la mañana y llegábamos alrededor de las 13:30, en ómnibus de Manucho
Aguerrebere. Hoy hacemos ese viaje en una hora y media, pero en esa época los
vehículos no eran los mismos, y sobre todo los caminos no eran buenos. Demorábamos
entre cinco y seis horas en hacer el viaje. Ganábamos un sueldo fijo, que sería
un equivalente a unos tres mil pesos de hoy. Era una muy linda entrada en ese
momento. Después de eso comenzaron a invitarme a otras ferias. Una de ellas,
muy tradicional, era el local Viejo Pancho, que era de José Aviaga, que no
recuerdo si era tío de Andrea y Carol Aviaga, dos dirigentes políticas muy
conocidas en la actualidad. Esa feria era los días 6 de cada mes, en Barriga
Negra. Demorábamos un poco menos en llegar porque era más cerca, pero los
caminos estaban muy malos igual”.
TRABAJANDO CON “EL RUBIO”
También comenzó a trabajar en las ferias de Bernardo de
Barbieri Viera, “El Rubio”, y entabló relación con él. Poco a poco comenzó a
trabajar más con El Rubio, hasta que casi lo hacía exclusivamente para él. En
aquél momento, de Barbieri tenía el local Cinco Esquinas, en Maldonado, en el límite
con Lavalleja.
En esa misma época, cuando Juan Carlos tenía entre 18 y 20 años,
fue invitado por Leoncio del Barrio, administrador del sanatorio de Minas y por
el doctor Ramos Barranco -de quien era muy amigo porque llevaba su automóvil a
reparar al taller de Scuarcia- a trabajar en el centro de salud, como
administrativo. E hizo carrera. A eso de los 21 años lo nombraron administrador
del sanatorio, que estaba ubicado en el mismo lugar que hoy, frente a la Plaza
Rivera de Minas, pero que tenía otras dimensiones, en todo sentido. El edificio
tenía un único piso con once habitaciones para pacientes, dos baños, y unos 20
funcionarios, casi todas enfermeras. En esa etapa trabajó tanto en el sanatorio
como en las ferias ganaderas, hasta cumplir los 28 años, pero la situación se
hizo un poco difícil de mantener. Debió elegir entre las dos ocupaciones, y
eligió las ferias ganaderas. De Barbieri le ofreció hacer una sociedad, y así
formaron una empresa que dirigieron conjuntamente por años.
Con el paso del tiempo, de Barbieri se enfermó, y puso como
socio de la empresa a su hijo, Bernardo de Barbieri Quinteros. “El Rubio”
falleció, y Juan Carlos continuó trabajando con su hijo, al que siempre
consideró como un hijo propio. Lamentablemente, Bernardo hijo falleció
tempranamente, durante un viaje de paseo a Chicago. “Fue fulminante, y fue muy
difícil para nosotros, perder a alguien que queríamos tanto y con quien habíamos
armado un muy buen equipo”, dice Juan Carlos.
Fue una etapa muy difícil para la empresa. Estaban los tres
hijos de Bernardo. “Seguimos la sociedad para ver qué pasaba”, cuenta Martínez.
“Yo ya tenía unos años y tal vez no son las mismas formas de trabajo, respecto
a una persona joven. Quizá también para que ellos no tuviesen que llevarme en
la mochila, nos separamos. Teníamos dos locales en propiedad, y quedó uno para
cada uno. Ellos siguieron con el Local Minas y yo seguí con el de Cuchilla de
Silvera, y en el 2014 por primera vez tuve empresa sólo, hasta el día de hoy”.
DE LOS TROPEROS A LOS CAMIONES
En las viejas ferias ganaderas, el ganado se movía casi
enteramente con tropas. “En el local de Cuchilla de Silvera antes era todo por
tropa, venía un tropero que se llamaba González, que venía de Estación Solís
arreando ganado, y se le iban agregando los ganados. Cuando llegaba a la feria
era con ganados de seis o siete personas. De uno traía cinco, de otro seis, de
otro siete animales…”, recuerda Martínez. Ahora el ganado se transporta casi
exclusivamente en camión. En cada una de las ferias de la empresa se utilizan
unos 50 viajes de camión para la llegada del ganado. Lo mismo sucede cuando
sale el ganado. “La tropa tradicional que había se terminó. El oficio de
tropero es muy raro ahora”. Lo mismo que hacían antes con troperos, lo hacen
hoy con los camiones. “Yo contrato por ejemplo un camión para que traiga ganado
desde Pirarajá, pero trae ganado de Pirarajá, carga en Mariscala, en Villa
Serrana, en fin. Es un servicio que le prestamos al productor, cuando tiene
pocos animales para enviar”.
Juan Carlos participa en todas las ferias de la empresa, en
la que trabajan siete personas, incluyendo a una de sus hijas y a su yerno, y
cuatro funcionarios más.
En la actualidad trabaja con dos locales de feria, Cuchilla
de Silvera, con dos ferias al mes, y el Local Cándido N. Cal, Mariscala, con
una feria al mes. Además, desde hace unos años vende también por pantalla, con
la empresa Lote 21, con un remate mensual.
EL MERCADO GANADERO
El mercado de compraventa de ganado ha cambiado mucho, por múltiples
razones. Uno de los cambios más importantes en los últimos años ha sido la
aparición de la venta por pantalla y la venta electrónica. Martínez relata que
no fue fácil comenzar con las ventas por pantalla: “Es incluso algo que cuando
nació, mucha gente tenía recelo. ‘¿Cómo voy a comprar ganado por televisión,
que no lo veo directamente?’, decían muchos”.
Al parecer fue algo muy estresante, cambiar las formas de
trabajo de tantos años. Cuando se inició la pantalla, Martínez se reunió en
Santa Bernardina, en Durazno -fue la primera pantalla de lo que hoy se llama
Plaza Rural-, con un representante, un escritorio por cada departamento. “Eso
fue cuando vino la aftosa al Uruguay, en el gobierno de Batlle, en el año 2002.
Hicimos reuniones pero para vender ganado por internet, porque con la aftosa no
se podía mover ganado. Nosotros estuvimos seis meses sin hacer nada,
absolutamente nada, no se podía comercializar, no se podía vender… por eso
cuando llegan los períodos de vacunaciones, uno le reitera a la gente que
vacune, que no dejen de hacerlo porque nos va la vida. Muchos se acuerdan de
aquél momento, cuando hasta los muchachos que trabajaban con nosotros, los
jornaleros, no tenían ingresos. Y para muchos de ellos un jornal era el surtido
de todo el mes, y eran dos ferias por mes. Por eso a veces uno machaca diciendo
que es importante vacunar. La vacuna la brinda el Estado, y sólo hay que
aplicarla. Hay que recordar cuánto repercutió en el país la fiebre aftosa”.
Cuando se formó la pantalla, y entraron escritorios de
Montevideo, como Zambrano, Dutra, Romualdo, escritorios grandes de Montevideo,
Martínez se separa del sistema, “porque pensé que no era para nosotros, porque
no íbamos a tener el volumen como para tener las ferias -teníamos cuatro en ese
momento- y la pantalla”. “Nosotros trabajábamos con productores chicos, que tenían
seis vacas, diez vacas, quince vacas, pero en la pantalla había que tener un mínimo,
que en ese momento era de 25 vacunos. No quisimos hacerlo en aquél momento,
pero el sistema siguió evolucionando favorablemente. Este sistema no ha
funcionado en otros países, por la credibilidad. Este es un negocio en el que
el productor debe ser muy confiable, para entregar un ganado, para vender por
pantalla. Y uno debe asegurarse que el ganado que ve y firma es el que
realmente entrega”. Hoy no hay problemas con la trazabilidad, pero en aquél
momento se debía caravanear a todo el ganado. Según Martínez, “el sistema vino
para quedarse”. “Cuando empezó Pantalla Uruguay, al poco tiempo nos invitaron,
y dijimos que no. Al tiempo empezó Lote 21, nos invitaron y dijimos que no.
Bernardo sí quería, y yo le dije que hacíamos lo que él quisiera. ‘Bernardo, no
me hagas caso a mí, a mí no me gusta el sistema porque veo que no vamos a tener
volumen como para poder estar ahí’, le decía yo. Pero he aquí que tenían razón,
y yo no. Tuvimos que ir a golpear la puerta a Lote 21 y pedir para integrarnos.
Les ofrecimos entregar el ganado a alguno de los escritorios con el que ya
trabajaban, y cumplíamos con el cliente, sobre todo con clientes que tenían más
ganado y pedían para venderlo por pantalla, para evitarse moverlo del campo y
otras complicaciones. Nos dimos cuenta que había que cambiar, pero Lote 21 se
portó muy bien, porque nos permitieron integrarnos con plenos derechos, y nos
fue bárbaro. Es un sistema extraordinario siempre que se hagan bien las cosas.
Cualquiera de las tres pantallas son confiables, los negocios son confiables.
Hay que estar a veces atento a quién compra, porque a veces no la conocemos a
la persona. Pero el sistema se ha ido perfeccionando”.
La pantalla fue evolucionando a favor del sistema y de los
productores, “porque fue brindando nuevos servicios, nuevas garantías, con
plazos con el BROU trabajando”. Eso fue lo que generó que muchos productores
comenzaran a utilizar el sistema. “Nosotros nos integramos y nos fue muy bien,
y no desatendimos a nuestros viejos clientes. Seguimos con las ferias, siempre
con un volumen razonable. Lo primero que
tenemos que atender es al productor, y al productor chico no lo podíamos
dejar. Además, para nosotros una feria ganadera significa mucho. En una feria
ganadera trabajan unas 50 personas en un sólo día, tiene una importancia social
grande. No es sólo las 50 personas que trabajan a caballo o en camiones. Está
quien trabaja con las herraduras, quien vende la comida. Antes a Polanco iba un
peluquero. Si será importante socialmente. En muchos lugares, la feria mensual
era uno de los eventos sociales más importantes de la zona. Ahora hace seis años
que estamos sólos en la empresa como propietarios, con mi familia, y con el
mismo equipo de antes. Quedaron los funcionarios, y son un gran puntal, tienen
una gran experiencia que es muy importante”, cuenta Juan Carlos.
EL MERCADO DE LA CARNE
El precio de la tonelada de carne llegó a estar en nuestro
país por encima de los 4 mil dólares. Ya a fines del año pasado, el mercado
comenzó a bajar los precios, y en enero y febrero las ventas, sobre todo a
China, nuestro principal mercado cárnico, comenzaron a bajar drásticamente.
Para Martínez, aquí hay dos temas a considerar. En primer
lugar, “a veces nos cuesta vender a un precio menor al que vendíamos”. “Todos
sabíamos que 4,40 dólares, precio al que llegó el novillo, no era real. A veces
venía un cliente y preguntaba, y le decíamos que teníamos 4,30 dólares, y no le
parecía bien, quería 4,40. Nosotros le decíamos que era un dineral, que sacara
la cuenta, y le decíamos que no venía para quedarse y que había que
aprovecharlo. Es algo que a veces algunas personas no entienden así, y quieren
quizá esperar que suba un poco más. Pero vino lo que vino, y hoy por hoy los
precios son muy buenos para lo que ha sido tradicional. Un 3,50 o 3,60 que
valen los novillos hoy, es muy buena plata. Si nos retrotraemos a inicios del
2019, estamos a 30 o 40 centavos por encima. Acá se ha trabajado muy bien de la
colocación de carne por parte de las autoridades, los últimos años han sido muy
buenos. Se ha llegado a una gran cantidad de países, se llegó a China, se abrió
el mercado japonés. Creo que el mercado chino no se va a cerrar, es muy grande
y ya hemos entrado. Pero Uruguay es muy chico, y lo que producimos lo come un
barrio de Pekín o de una ciudad brasileña. Entonces, lo que tenemos que seguir
haciendo es seguir como han hecho las autoridades, seguir teniendo un estatus
sanitario impecable, y tener el sistema de trazabilidad, aunque muchos reniegan
de él. Para nosotros ese sistema ha sido fundamental, aunque acá hay mucha
gente que dice que hace la trazabilidad y no le repercute en nada, cuando en
realidad sí lo hace. Gracias a la trazabilidad y a otros factores podemos
entrar a muchos mercados y obtener buenos precios por nuestra carne. Tendrá sus
defectos el sistema, como todos, pero ha servido mucho. Vamos a Europa y
encontramos la carne uruguaya en las góndolas de los supermercados, que es
valorada por la trazabilidad, por la alimentación natural, por la forma de
producir. Acá hay un sistema del que nosotros a veces renegamos, pero que es
valorado en todo el mundo”.
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