Milton Fornaro presentó el viernes su
último libro, “La madriguera”. La presentación estuvo a cargo
del escritor y periodista Fernando Butazzoni, organizada por Amigos
del Arte, y se llevó a cabo en Don Mario, un espacio diferente que
abrió hace pocos días en Minas, y que marca con estas actividades
un perfil cultural, muy necesario en Minas.
Con un atraso de más de media hora,
llegaron Fornaro y Butazzoni a Don Mario, por lo que la conferencia
de prensa fue breve. Lo que sigue es parte de esa entrevista.
Presentando un nuevo libro en Minas.
¿Qué significa?
Significa volver a los orígenes, al
lugar donde nací, el lugar donde empecé a escribir. Minas me ha
servido muchísimo de experiencia. Las cosas que ocurrían en Minas
me sirvieron y hasta el día de hoy las sigo aprovechando.
Sabemos que es una novela que tiene
554 páginas, y que le dio bastante trabajo, sobre todo por la
investigación, que es una novela policial, pero aún no mucho más.
¿Qué nos puede decir?
Es una novela que estuve más o menos
ocho años trabajando, cuatro años, casi cinco investigando, y llegó
el tiempo de la escritura. Lleva una investigación muy profunda
porque trata el tema de los judíos en Europa Central en la Segunda
Guerra Mundial y previo a ella, en los años ’30, en Alemania y en
Polonia. Entonces tuve que informarme muchísimo sobre costumbres,
ritos, comidas, actividades judías que yo no conocía. A la vez tuve
que aprender muchísimo sobre los campos de concentración, cómo era
el sistema, cómo era el régimen nazi, las categorías, los
distintos regimientos. Hay una cantidad de información que uno la
tiene que tener para sentirse seguro y que no utilicé en la novela,
pero era necesario que yo la supiera. Una cantidad de datos que
están, otros que no están, pero que para mí era importante
conocer.
¿Y los personajes?
El personaje central es un judío
traidor a su raza, colaboracionista en el campo de concentración,
que se salva y que termina viviendo en el Uruguay, y hay un detective
uruguayo que investiga. Comienza la historia en el sótano del
edificio Durazno cuando descubren unos huesos humanos. Cuando
averiguan, se dan cuenta que esos huesos tienen 50 y pico de años.
Se pensaba que podían ser huesos de víctimas de la última
dictadura pero no, son más viejos todavía, y ahí empieza la
historia, a rastrear de quiénes son esos huesos y cómo estuvieron
enterrados durante tanto tiempo y nadie se enteró.
¿Encuentras placer en la
investigación?
Lo que ocurre es que cuando escribes
sobre colectividades que se conoce poco, hay que investigar mucho
para no cometer errores. Al investigar, una cosa trae a la otra. Por
ejemplo, para entender todo lo que sucedió con la persecución a los
judíos, que no fue solamente en la Segunda Guerra Mundial, te
remontas al Siglo I cuando el emperador Claudio los echó de Roma por
primera vez. No es únicamente la Segunda Guerra Mundial, hay que
entender lo que sufrió el pueblo judío a través de los años y esa
es una tarea de nunca acabar. La novela la terminé hace dos años, y
sigo leyendo cosas sobre el período nazi, como las Leyes de
Núremberg porque me sigue interesando. Da mucho trabajo entusiasmar
al lector, engancharlo, y si uno comete un error y el lector lo
detecta, se pierde la magia. Entonces hay que ser muy cuidadoso para
que la magia no se pierda.
¿Cómo está el Milton Fornaro de
los cuentos?
En estos momentos estoy escribiendo un
volumen de cuentos que supongo terminaré para fin de año. Desde que
terminé la novela empecé con cuentos y ya tengo unos 15 cuentos que
espero publicar el año que viene.
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