Era la tercera función de la obra de
“La casa del senador”, y el teatro estaba colmado, platea y
anillos, y se pudo escuchar a varios espectadores decir: “yo vengo
otra vez, porque me reí tanto”. Y seguramente sigan yendo, porque
es una comedia para reírse, divertirse, sin pensar demasiado, aunque
algunas cosas para pensar también tiene.
Y sí, “La casa del senador”, de
Hugo Daniel Marcos (dramaturgo argentino, contemporáneo) con
dirección de Eduardo Cotto, realizada por el Grupo Teatral “De acá
nomás”, es una obra para reír de principio a fin, con un humor
directo, con momentos de picardía, otros inteligentes, también al
límite de lo grosero, pero sobre todo con humor de lenguaje que
atrapa. La obra es la típica comedia de enredos, donde las
confusiones, las entradas y salidas, generan una acción imparable y
como consecuencia la risa segura. Marcos introduce algunas
observaciones interesantes sobre la política, y destaca la
corrupción enquistada históricamente en el sistema. Es una lástima
que muchas veces eso queda perdido en la risa del público.
DIRECCIÓN, ESCENOGRAFÍA Y VESTUARIO
La dirección de Cotto es acertada,
segura. Exigió el ritmo que la comedia tenía que tener. Es la
tercera vez que Cotto hace obras de Marcos, conoce los resortes de la
comicidad de este autor. Cotto no fue menos exigente con la muy buena
y funcional escenografía y el exacto vestuario que se adjudica en el
programa al grupo “De Acá Nomás”.
ELENCO
Julio Ibarra, como Pipo, muestra una
solidez interpretativa sin desperdicios, aprovecha el mínimo gesto,
agrega algún parlamento oportuno, y sostiene la obra de principio a
fin -cuando sale del escenario se lo espera-. Las miradas a un
cenicero son descacharrantes, las confusiones de palabras, (paradoja
por parajoda, por solo apuntar una) su expresividad corporal, el uso
del tiempo -esencial en el humor-, y el personaje de Pipo, que está
construido y servido por Marcos de forma compacta, encontró en un
actor de la talla de Ibarra su exacta corporización porque el autor
lo pone siempre como el generador del disparate y la risa. El resto
del grupo acompaña, con muy buenos momentos de Gerardo Palumbo, en
un exacto político corrupto; Adriana Risso, en el difícil papel de
una secretaria sexy y borracha, que sin apelar a mostrarse con poca
ropa -como seguramente lo harían en una versión porteña-, supo
sacar muchas carcajadas como borracha; Luis Mateus en un personaje
que no le da muchas posibilidades, pero lo saca adelante; Adriana
López y Juan Rodríguez demostraron su crecimiento actoral
constante, correctos, deberían levantar el tono de voz.
Natalia Parga, Raquel Marchese, y
Carlos Astapenco, más allá de que hacen personajes pequeños
(aunque dice la gente de teatro que no hay papeles chicos), no
estuvieron a la altura a la que estamos acostumbrados a verlos.
Ojalá se reponga pronto, “La casa
del senador”, porque con este espectáculo del Grupo Teatral “De
Acá Nomás”, la risa está asegurada.
Por Gorge Gómez
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