El Instituto Eduardo
Fabini organizó la presentación del escritor Marcelo Estefanell
(Paysandú, 1950) autor de los libros “Don Quijote a la cancha” y
“El hombre numerado”, en dos charlas que se llevaron a cabo en el
salón de actos de dicha institución, que estuvo colmado.
Estefanell brindó una
primera charla titulada “A 400 años de la publicación de el
Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” y una segunda -media
hora después- denominada “Sobre las temáticas
dictadura-democracia-historia reciente”.
A su llegada al Fabini,
Estefanell conversó con la prensa, lo que sigue es parte de esa
charla.
¿Que nos puede decir
de cómo serán estas dos actividades, además muy diferentes?
Sí, muy diferentes, una
sobre lo que he escrito sobre el Quijote. Como estamos en el 400º
aniversario de la segunda parte de la novela, y la otra charla es
porque parece que algo de mi último libro “El hombre numerado”,
que son memorias de la época dura de la cárcel, se da en historia
reciente en muchos liceos.
¿Cómo es la relación
de los adolescentes con el Quijote?
Creo que es casi igual a
la que tuve yo cuando tenía la edad de ellos: una obra difícil,
tediosa, no entienden bien a ese viejo loco que se arma de caballero
y sale por el mundo, pero hay muchos que se sienten interesados, les
cae simpático ese dúo del Quijote y Sancho, como hay dúos
universales -como Batman y Robin, Abbott y Costello-, dúos muy
dinámicos por su propia característica y yo trato de engancharlos
con cosas muy actuales. ¿Por qué está vivo el Quijote? Es un
misterio, a veces logro develarlo, he estado en charlas de niños de
7 u 8 años, hasta universitarios, y siempre digo lo mismo: el
Quijote en 1605 es un lector, y el libro como objeto en esa época es
la novedad, la imprenta apenas llevaba 100 años de existencia, y las
novelas de caballería estaban de moda, como hoy leen los chicos hoy
a Harry Potter, entonces el personaje central es básicamente un
lector. Así como hay miedo de que nuestros niños enloquezcan de
estar tanto frente al computador, en la época se creía que iban a
enloquecer de tanto leer.
Insisto, ¿por qué
cree que trasciende año a año el Quijote?
También yo insisto: ese
es el gran misterio. ¿Por qué las obras se convierten en
universales? Hay muchas explicaciones, (León) Tolstoi (Rusia,
1828-1910) decía que si pintas tu aldea, estarás pintando el mundo,
y creo que eso es lo que tienen las obras universales. Cuentan una
historia donde todos nos sentimos de alguna manera reflejados, en el
Quijote está la locura y la cordura, el sueño de arreglar el mundo
y fracasar, y está Sancho que es la otra cara, el campesino, el
hombre con los pies sobre la tierra, codicioso, ambicioso, pero entre
los dos se produce una fraternidad indisoluble que es lo que todos
nos gusta, tener un buen amigo, un buen compinche. Hay muchas facetas
que se repiten a lo largo de la historia de la humanidad, por eso nos
vemos reflejados en esas obras.
Y la otra charla sobre
historia reciente. ¿Cómo manejar los límites de la subjetividad,
de lo que se siente y de lo que vivió usted como parte de esa
historia?
Teniendo en cuenta que
cada uno tiene su versión, hay que empezar por explicitar que
Uruguay es un país insólito, tuvo una dictadura muy dura, y volvió
a la democracia y nunca pasó absolutamente nada, hemos demostrado un
grado de civilización que nos envidian afuera, hay países que han
tenido procesos y aún así siguen siendo sangrientos, como Colombia,
El Salvador, y en Uruguay casi todos los protagonistas de esa época
estamos vivos y es interesante que todos demos testimonio. Todos:
represores, reprimidos, presos, exiliados, el ciudadano común y
corriente que no se fue, ni tampoco fue preso pero sufrió, el que le
pasó la dictadura por el costado y ni se enteró, todos estamos
vivos. Creo en las versiones corales, los historiadores en el futuro
van a tener más material, y son los únicos profesionales que van a
poder armar la historia, en la medida que haya buenos documentos y
buenos testimonios. Yo encaro la historia tratando de ser un
testimonio honesto, yo estuve, yo lo viví, y así fue que hice el
libro “El hombre numerado”, desde que llegué a la cárcel hasta
que salí, y fue el día que decidí contar lo que había vivido, y
dejé afuera todo lo que me enteré por terceros. Es válido lo que
me enteré por terceros, pero es más honesto en la medida que se va
a dar un testimonio, contar el testimonio propio. Con el riesgo de
caer en el subjetivismo muy agudo, pero creo que es la única forma
honesta de contarlo.
En “El hombre
numerado” surge de los propios hechos el humor, de situaciones
terribles.
Si, sí, el humor siempre
está, existe el humor negro, se cae una persona y lo primero que
hacemos es reírnos, nos causa gracia el drama del otro. Y es válido
porque es una forma de escapar de lo duro, de situaciones terribles,
el humor es muy sano en ese sentido. Ahora si se convierte en el
único vínculo termina más loco que el Quijote. Y quise rescatarlo
porque nadie lo había contado.
¿Está escribiendo
algo ahora?
Estoy escribiendo una
novela que es el límite de la ciencia ficción, pero no lo es. Por
otro lado mis hijos me dijeron que había contado cuando caí preso,
hasta que salí, pero antes, ¿qué pasó? Entonces estoy haciendo
mis memorias, que es un poco el Uruguay de 1950 hasta 1972, que fui
capturado.
Cambiando de tema.
Usted hizo algunas declaraciones sobre Amodio Pérez. ¿Cómo ve hoy
todo lo que ha pasado?
Lo veo como una situación
triste, patética. A mí siempre me interesó el tema Amodio Pérez,
por su cabeza, su manera de pensar, de ser, de actuar, su experiencia
de vida, sus cambios, ya llevaba como dos años juntando material
para hacer un libro y aparecen sus primeras cartas en el 2013, quedé
perplejo. Intenté verlo y él dijo que no me quería ver, ahora me
quiere ver y soy yo el que no quiere verlo. Cuando aparece en el 2013
en un largo reportaje que le hace el periodista Gabriel Pereira, me
desilusionó enormemente, me pareció una caricatura del que yo
recordaba, y ahora que vuelve al país, me parece una caricatura de
una caricatura. Se me va desdibujando, es un hombre terrible, porque
está anclado en 1972, y reconstruyó una historia que es algo
quijotesca, es todo una gran farsa. Él viene intentando el retorno
desde el 2010, él ha tirado líneas, ha hecho llamaditas
telefónicas. Mi teoría es que tenía una enfermedad terminal, y a
uno cuando se le acerca la muerte le suceden cosas insólitas, pero
no está enfermo, lo dice él mismo, no sé, creo que está muy
desubicado, y va a terminar su vida de una forma mucho más triste
que si se hubiese quedado callado.
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