En La Casa Encantada
está abierta la exposición de la artista plástica Glicina Medina, con varias
obras que tienen características especiales, porque Medina es ciega, y trabaja
los colores a través de los aromas. Estas pinturas fueron creadas por la
ingeniera química Marcela Cozzo, quien junto al profesor Rogelio Osorio llevan
adelante el proyecto Aromarte, que contiene un taller que se denomina Una Forma
de Ver, que es el trabajo que hacen Glicina Medina y dos integrantes más, que
también son ciegas.
Osorio señaló que “la idea es que las personas que no pueden
ver, nos trasmitan sus emociones, todo lo que sienten a través de su propio
lenguaje, es como entrar al mundo en que viven ellos, y lo pudiéramos ver. Y
esa manera de percibir las cosas para mí lo hace válido como arte”.
UNA EXPERIENCIA QUE FUNCIONA
Expresó Osorio que todos los cuadros de Medina son “muy originales,
sorprendentes, es lindo verlos, y con valores plásticos atendibles. Glicina
trabaja para una galería de Montevideo, y hay gente que compró cuadros de ella
sin saber que ella no ve, vieron un cuadro abstracto, lo eligen y se lo llevan,
eso es muy lindo, y corrobora que funciona la experiencia”.
DELICADO EQUILIBRIO
Osorio hizo un recorrido por las diferentes obras, las del
comienzo, donde trabajaron la propuesta de “negro sobre negro, para diferenciar
los tonos les pusimos mucha materia, para conseguir relieves, es casi escultura.
Se trabajó en la composición a través del relato de lo que yo veía, para que
ellas vieran cómo balancearlo, y ellas asimilan muy rápido. Toman textos de
diferentes autores, de ahí parten a crear. Vino el trabajo con Marcela en los
colores y en los olores, absolutamente sorprendente. Con el devenir del tiempo,
empezaron a traer sus propuestas, o yo propongo, para que el grado de
participación sea un equilibrio muy delicado, cuidando en cada intervención,
tanto Marcela como yo, de ese equilibrio, de lo que quieren trasmitir, de lo
que quieren hacer”.
SEGÚN SIENTAN
Pintan con las manos, con pinceles, “según sientan, por eso
insisto tanto en lo que ellas sientan, el trabajo en el taller con continuidad
es muy importante, porque no se puede pautar con anterioridad lo que se va a
hacer, tenemos un acopio de experiencia que nos ayuda, pero no se puede
predecir nada”.
Sobre los aromas, Osorio dijo que “además de identificar el
color, emocionalmente eso se registra, hay afinidades con determinados aromas,
y se pueden hacer determinados paralelismos con el color, y aporta desde lo
utilitario y lo subjetivo”.
AIRE LIBRE
Contó Osorio la interesante experiencia que es trabajar al
aire libre, “donde los estímulos son muy fuertes, como la vivida en la playa. Tres
personas ciegas con los caballetes frente al mar, casi en el agua, el sol, los
pies mojados, el olor al mar, el tacto de la arena y el agua, y funcionó, se
vio reflejado en la pintura. Glicina dibujó el viento, eso a una persona que ve
no se le ocurriría hacer, hizo el sol que no es redondo, es una mancha cuadrada
enorme, porque así lo percibía en su piel, o sea se encuentran valores propios
de esta forma de pintar”.
“NECESITO APRENDER MUCHO MÁS”
Glicina Medina, agradeció a Osorio y a Cozzo, porque “ellos
me dieron la posibilidad de conocer la pintura, de quererla mucho, y necesito
aprender mucho más. Antes de vincularme con la pintura me invitaban a
exposiciones, y yo decía para qué si soy ciega, y ahora me digo, por qué no fui
para poder aprender. Pero las cosas llegan cuando tienen que llegar, conocí a
Marcela, me invitó y fui al taller de Rogelio, él me sugiere cosas, y yo las
acepto o no, porque no es lo que pienso. Pero lo constante es que aprendo, que
siento, y me siento bien”.
Contó sobre un estupendo cuadro, “La siembra”, que está
expuesto. “Si bien yo llegué a tener una visión muy escasa como para aprender
colores -otras cosas no sé que existen, por eso no me preocupa conocerlas-,
siempre supuse que la siembra de un campo era en un espacio rectangular, con
surcos lineales y paralelos, y me explicaron que se ve el marrón de la tierra,
el verde del pastito que era la semilla que iba creciendo, y le pedí el verde
manzana a Marcela, porque ella te da el color que le pidas, y Rogelio me ayudó
a dar lo que era la siembra, y salió ese cuadro”. Glicina de cada cuadro pinta
una historia para contar, de ayuda, de tenacidad, de búsqueda, de aprendizaje,
de sensibilidad. De un maestro que dirime, cuestiona, empuja, y una ingeniera
química que transforma aromas en colores y viceversa, Glicina desde sus
pinturas transmite y conmueve.
La exposición está abierta en La Casa Encantada.
por Gorge Gómez.
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