Hubo durante al XX entrega de los premios de la cultura
Uruguaya Morosoli 2014 mucha emoción, pero la entrega de las Medallas en
Homenaje a personalidades fallecidas siempre aflora con intensidad la emoción y
la memoria por lo que ya no están.
LÁGRIMAS
Hubo en la noche el silencio sugestivo y un ahogado
“gracias” por las lágrimas, y muy pocas palabras más, de la primera bailarina
del SODRE María Noel Riccetto al recibir la Medalla en Homenaje al primer
bailarín, coreógrafo, crítico de danza, docente, el maestro Tito Barbón.
BELLEZA
Ago Páez, hija del pintor Carlos Páez Vilaró, artista
plástico, compositor, escritor, y un “adorable sabio de la cultura del mundo”,
recibió la medalla y dijo: “Gracias”. Hizo un silencio y continúo diciendo que
“mientras venía de Punta Ballena, hacia acá, pensaba qué iba a decir, qué
palabras expresar. Y pensé en las palabras que mi padre me decía, ‘en la vida
todo lo tenemos que embellecer’. Fue lo que me enseño desde niña y lo guardo en
el corazón. Embellecer todo, desde lo que vemos en la calle, a cuando nos
vestimos, o cuando construimos una casa, sin invadir la naturaleza, sino siendo
parte de esa belleza. Si tocamos la naturaleza, hacerlo como él lo hizo con
Punta Ballena, que todo se conjura para embellecer. Este mensaje seguro que me
lo inspiró él para que se los diga. Es también un mensaje para nuestra cultura,
que todo lo que hagamos sea para embellecer este país, que tiene la forma del
corazón, y el corazón es el amor, despertemos el amor a través de la belleza”.
Seguidamente agradeció a Minas, “que me permitió crear en el
año 2003 un camino a pie con el que uní Punta Ballena con Minas que se llama
Camino al Interior, que continúa como el Camino de Santiago, y atraviesa todo
nuestro país. Gracias por lo que me dan, gracias a los que rezaron por mí,
cuando pasé muy mal cuando mi padre murió. Estoy abierta para seguir
embelleciendo lo que me toque. Gracias”.
SOLIDARIDAD
Otro momento de intensa emoción fue la entrega de la Medalla
Homenaje a los familiares de Aldo Pérez Riera, minuano, médico veterinario graduado en 1958. En la década de 1960 se especializó
en cirugía de bovinos en universidades de Argentina, Brasil y Chile. Sus actividades
profesionales las cultivó y ejerció con jerarquía y excelencia, alta
responsabilidad, honestidad, compromiso con la sociedad, disciplina y ética.
Realizó una continua y amplia labor de extensión, divulgación e información en
medios de comunicación, radio, televisión, y prensa escrita y directamente en
centros educativos urbanos y rurales sobre el control de las zoonosis,
brucelosis, tuberculosis, rabia, hidatidosis, parásitos gastrointestinales y ectoparásitos;
manejo de la reproducción animal de manera integral y control de las
enfermedades que afectan la reproducción.
Fue designado por la IDL como director de la Oficina de
Desarrollo Agropecuario para el período 2000-2005. Apoyó la creación de la Asociación
de Mujeres Rurales en Minas y a un grupo de trabajadores que perdieron sus
empleos en la crisis económica del 2001-2002 con cursos, equipos, y
asesoramiento para dedicarse a la apicultura.
Desde estudiante demostró su compromiso con la actividad gremial
ocupando diferentes cargos en Secundaria, en la Universidad de la República en
sus tres órdenes, y en asociaciones profesionales.
En el orden académico, en 1992 fue designado Académico de
Número o Titular integrante del grupo inicial de Académicos de la Academia
Nacional de Veterinaria mediante voto secreto unánime de los integrantes de la
Comisión Inicial.
Recibieron la medalla en homenaje sus hijos Betina y Claudio
Pérez.
Betina expresó que “es difícil contar de forma resumida lo
que papá llegó a ser, ya que comenzó su educación como alumno de una escuela
rural -recordamos sus anécdotas- y llegó a ser veterinario, y a tener una
carrera hermosa. Creo que estaría orgulloso de este homenaje que hoy se le
brinda en Minas, ciudad que quería tanto. Si tengo que resumir lo que era papá,
es solidaridad. Y eso fue lo que nos enseñó y así actuó con mucha rectitud. En
un homenaje que le hicieron poco tiempo antes de fallecer, contó que iba
caminando por la calle, muy despacio afectado ya por su enfermedad y un señor
que iba en una bicicleta le dijo ‘vamos doctor, vamos arriba, arriba’. Papá no
se acordaba quien era, el señor se baja de la bici y le dice: ‘yo siempre me he
acordado de usted, por el gesto que tuvo. Una vez no teníamos ni para comer, y
usted nos operó un cerdo que era la poca producción que teníamos, y nunca nos
quiso cobrar, y estamos eternamente agradecidos’, en esa anécdota puedo pintar
lo que era papá: solidaridad. Gracias”.
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