sábado, 18 de mayo de 2013

Un viaje al Polo Norte

“ES IMPORTANTE ESTAR RODEADO DE GENTE QUE PIENSA, QUE OBLIGA A EVOLUCIONAR”
La Casa Encantada se vio colmada de público por la presentación del libro “Susurros del silencio. Mi vida entre los últimos nómades de la Isla de Bafimm”, del antropólogo franco canadiense Claude H. Sirois Simoneau, quien dio una espectacular charla sobre la vida de los inuit (esquimales), apoyado con la proyección de excelentes fotografías.
Previo a la presentación, con gentileza y un español fluido, Sirois Simoneau habló con Primera Página. Lo que sigue es parte de la entrevista.

Hay un gran desconocimiento de la vida en el Polo Norte, sobre los inuit, y a través de su libro, hemos encontrado un mundo sorprendente.
Sí, en Sudamérica se desconoce mucho, y también en Norteamérica, a la que pertenecen esas tribus, son muy poco conocidos, las distancias hicieron que quedaran en el olvido. Si bien antes se sabía que vivía gente en esa zona, la presencia de los inuit en tierras nórdicas fue realmente descubierta durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) cuando los militares fueron a implantar torres de control para los radares. Allí se dieron cuenta que esas tierras estaban habitadas por los esquimales, vamos a llamarlos inuit, como ellos prefieren, que quiere decir “hombre de esa tierra” y no esquimal, que quiere decir “comilón de carne cruda”. Hay una variedad muy grande de inuit, por lo general se los considera parecidos a los asiáticos, o sea como los chinos, pero hay también inuit que miden casi 2 metros, que eran vikingos, que iban a pescar, naufragaban, quedaban allí y formaban tribus, pasaron a ser inuit a través del tiempo.

¿Las formas de vida han tenido transformaciones?  
Han mantenido sus formas de vida donde la base es el ritual de la caza, para sobrevivir y comer. La primera cosa es la caza de la foca, con cuya grasa hacen el fuego, tienen una lámpara que funciona con esa grasa, y la  utilizan para fundir la nieve, donde sale el agua para beber, y después con la piel hacen vestimentas, comida.

Usted los conoció en una etapa aún no contaminada.
Los conocí en las dos etapas, porque el gobierno de Canadá comenzó a elaborar ciudades prefabricadas, “cajitas de fósforos”, donde los llevaron a vivir. Algunos no quisieron adherir a esas ciudades. Eso está contado en el libro, las formas de adaptación o no, fue muy forzado y causó problemas. El gobierno lo hizo porque vivían hasta los 35 años promedio, porque los bronquios se quemaban por el frío, y morían. Yo llegué a vivir a 50 grados bajo cero, o sea, todas las cosas influyen en la vida de un pueblo, pero sobre todo el clima, para determinar ciertas formas de vida, en este caso hasta en el control de los nacimientos, que lo explico en el libro. Gran parte de esos inuit se fueron a esas ciudades, pero hubo otros que no, que siguen viviendo en iglú. La idea de este libro es trasmitir nuestra visión y filosofía de esos pueblos, porque lo que hicimos nosotros a pedido del gobierno fue guardado en cajones y allí quedó, y lo rescaté porque para mí lo importante es que se conociera esa realidad, y por eso hice este libro con mis notas personales.

¿Qué valoración hace de la intervención del gobierno en la forma de vida de los inuit?
En parte fue positiva porque la gente vive ahora muchos más años, pero a veces es mejor vivir menos pero vivir bien. Hubo una implantación al mundo moderno que no tenía nada que ver con ellos. Solamente después de 20 años los inuit se rebelaron y se unieron para tener su propio gobierno, y que los blancos no tengan nada que ver con ellos, y volver a las antiguas tradiciones.  Pero es muy difícil, porque cuando hicieron esos cambios hay pueblos que manifestaron su descontento con un 37% de suicidios, porque no pudieron aguantar, no podían hablar el idioma de ellos, les enseñaban francés o inglés, fue muy forzado todo.  

El clima en las últimas décadas en esas zonas ha cambiado mucho.
Sí, tengo amigos allá en Groenlandia, y me cuentan que ahora hay pasto y flores, los osos polares no hibernan más, no duermen, por el calor (relativo claro), los caribú (renos) han emigrado más al norte. Ha cambiado mucho.

¿El libro también fue presentado en otros países?
He hecho muchas conferencias para dar a conocer esta realidad, más de 40 entre Uruguay, Chile y Argentina. En Montevideo fue presentado en la  Alianza Francesa, porque está escrito en español y francés.

Usted vive en Uruguay.
Sí, vivo en La Floresta, de forma definitiva. Uruguay me gusta por su tranquilidad (risa), ahora es raro decir esto, pero trato de estar tranquilo con dos perros. He encontrado mucha gente interesante, escritores como Daniel Vidart y otros con los que he podido hablar y continuar la evolución, es importante estar rodeado de gente que piensa, que obligan a evolucionar. Venía de Norteamérica y de Europa, donde había entrado en una guerra de consumismo, donde el mundo no se tomaba tiempo de pensar, de compartir. Yo venía de un mundo donde se compartía mucho, como es el mundo de los inuit, es tan normal que tú ayudes a los otros, ellos consideran que si no se comparte una foca entre la tribu, el alma de la foca se va a enojar y no van a venir más focas. Debe ser el único idioma en el mundo donde la palabra gracias no existe, porque yo te hago algo y tú me haces algo, es lo normal, y entonces no tengo que decirte gracias.  

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