EL DEPARTAMENTO DE LAVALLEJA FUE UNO DE SUS ÚLTIMOS
BASTIONES
El biólogo Carlos Prigioni
(59 años) es recordado por muchos por su participación en el programa
Waku-Waku (1999-2011) como co-conductor con Juan Carlos Mareco, “Pinocho”. El
programa fue co-conducido por el investigador, en pareja con el renombrado
Héctor Larrea en Canal 9, Buenos Aires, en esos mismos años.
Su vasta carrera profesional incluye el pasaje por el Museo
Nacional de Historia Natural y Antropología, la Cátedra de Zoología Vertebrados
de la hoy Facultad de Ciencias, por lo que hoy es la Dirección Nacional de
Recursos Acuáticos, y por el Departamento Técnico de Fauna de Recursos
Naturales Renovables del MGAP.
Hoy es director de Higiene y Medio Ambiente de la
Intendencia de Treinta y Tres e investigador asociado del Museo de Historia
Natural.
Es autor de más de 120 trabajos científicos publicados en
revistas nacionales y extranjeras y en la actualidad investiga junto con los doctores
Claudio Borteiro y Francisco Kolenc el destino y la identificación genética de
las poblaciones de serpientes de cascabel al sur del Río Negro.
La historia uruguaya
de este reptil incluye una antigua referencia de John Mawe (1802), quien
registró la captura y muerte ¡¡¡de 27 ejemplares!!! en Barriga Negra.
De Lavalleja solo se conocía un ejemplar colectado en 1963
en los alrededores de Solís de Mataojo hasta que este grupo de investigadores
localizó (gracias a la participación del ingeniero Renzo Bonifacio) un cascabel
colectado por Paulino Fernández en Asperezas de Polanco en el año 1965.
Otros ejemplares localizados recientemente son uno (de 1,20
mts de largo) conservado en formol depositado en el Liceo de Aiguá (Maldonado),
un cascabel de la década de los años 30 que procede de Quebrada de los Cuervos en
Treinta y Tres y la foto de otro cazado a comienzos de los años 60.
Hace algunos años Prigioni pudo observar un cascabel
conservado desde los años 40 en la localidad de Colón, capturado en las sierras
próximas.
Recientemente y gracias a la colaboración de un amigo
minuano, un ejemplar, lamentablemente sin procedencia, fue localizado en el
liceo de Minas. Por estar conservado
en formol, si bien representa un registro,
seguramente, del departamento de Lavalleja, no es posible extraer muestras de
ADN.
Las características geográficas y geomorfológicas de los
sitios donde eran capturadas parecen coincidir: formaciones de enormes bloques
de piedra con refugios donde las cascabeles se escondían.
Se trataba de las poblaciones de la especie de cascabel más
austral, ya que en Argentina recién se registran desde la parte central hacia
el norte. Otro tanto ocurre con Brasil, donde existen registros para las
serranías a poca distancia de la frontera con Rivera.
Los síntomas de los accidentes ofídicos producidos por la
especie se caracterizan por la ausencia de dolor en el sitio de la mordedura (a
diferencia de una mordedura de yara o de crucera) y los parpados caídos a poco
de producido el accidente. El único tratamiento posible es la aplicación de
suero antiofídico polivalente en centros
asistenciales de las capitales departamentales.
BÚSQUEDA DE PRUEBAS
Las referencias orales son muchas, la mayoría confiables, pero
la ciencia necesita pruebas materiales. Por eso este grupo de investigadores
anda tras la pista de cascabeles que la gente haya guardado como curiosidad
desde hace décadas a los efectos de fotografiarlos y tomar una muestra de ADN
para el análisis genético.
Muchas veces los “cascabeles” o “guisos” (término
fronterizo) eran conservados como curiosidades y en ocasiones guitarreros los
guardaban dentro de la caja de la guitarra por atribuirle “mayor sonoridad”.
Entre las hipótesis de trabajo acerca de su extinción se maneja
el aumento de las lluvias desde mediados del siglo diecinueve y la disminución de
la vegetación serrana.
En efecto, Deschamps y su equipo de investigadores de la
Universidad de Belgrano, Buenos Aires, Argentina lograron probar que hasta
1840, aproximadamente, solo llovían 712 mm por año.
A partir de allí y con un segundo pico (coincidente con los
últimos registros de cascabeles) entre los 50 y 60 las lluvias alcanzan valores
anuales que superan los 1300 - 1400
mm y más aún.
Hace más de cinco
décadas que no se registra en el Sur y que no existen reportes de accidentes
producidos por esta víbora.
En el norte de Tacuarembó y Rivera aún existe en zonas de
quebrada y todos los años son muertos dos o tres ejemplares. Hace pocos días y
gracias a la colaboración del ingeniero Andrés Berruti se obtuvo un cascabel de
un espécimen muerto el año pasado en zona próxima al Cerro Boquerón (Lunarejo,
Rivera).
Si alguien lee este articulo y posee un cascabel puede
comunicarse con Carlos Prigioni al 099 671 931 gratuitamente o a través del correo
electrónico cprigioni3@yahoo.com.ar
Los investigadores solo procederán a la extracción de una
pequeñísima muestra de ADN del interior del cascabel, le tomarán una foto y
volverá a manos de su dueño. Será un invalorable aporte científico.
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