por Héctor Vernengo
Murió Aníbal Paz, un gran golero y un
gran señor. Fue mi ídolo en el arco
tricolor, en el período de mayor gloria de Nacional. Había llegado de Bella
Vista, medio sorpresivamente, cuando Nacional casi contrata a Graneros, que
jugaba en Central. Y fue por años el golero de los grandes triunfos tricolores,
él dando seguridad atrás, y Atilio García haciendo todos los goles que fueran
necesarios. Estuvo la tarde en que Nacional le hiciera 10 goles a Peñarol,
cuando en la reserva Urruzmendi viejo, el duraznense, le hiciera 4 goles; para rematar
después el primero haciendo 6 goles. Y estuvo también en la tarde empalagosa,
cuando Atilio hiciera cuatro goles al
rival de todos los tiempos. En aquella época -vean la fotos- los goleros, casi
todos, jugaban con rodilleras; pero era una regla inalterable, en los partidos
difíciles siempre Aníbal Paz aparecía sin ellas. Tuvo que enfrentar, y
sufrirlo, al Peñarol del 49, un equipo como el del Barcelona, con la delantera
más espectacular que yo recuerde, donde -salvo Vidal, el puntero izquierdo-,
los demás quizás eran los mejores en el mundo en su puesto. Y a ese Peñarol
formidable, Nacional le ganó el campeonato del 50, de la mano de aquel otro fenómeno,
Reinaldo Martino, ya casi en su ocaso, con El Canario Paz en el arco. Integró
la inolvidable selección de Maracaná y fue el golero contra Suecia en San
Pablo. Seguro al salir, se tiraba a los pies del atacante a cara descubierta,
no con los pies, arriesgándolo todo. Seguro de arriba para salir a ganar en los
centros al área. Funcionario de UTE, simultáneo con su accionar deportivo,
formó una familia ejemplar, y hasta hace pocos años mostraba una estampa
envidiable. En los últimos años vivió una enfermedad muy dolorosa que lo hizo
desparecer del ámbito público. Yo, bolsillludo totalmente confeso, me inclino
ante el recuerdo de quien me brindara tantas alegrías. Y fuera un ejemplo,
dentro y fuera de las canchas.
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