Lavalleja llegó a la 5ta. fecha de la Copa Nacional de Selecciones con
ilusiones renovadas, con un último antecedente de goleada, y con chance intacta
de definir como local para lograr la clasificación e incluso el 1er. lugar del
grupo.
Pero todo se fue esfumando lentamente. Porque tuvimos la pelota, pero no
profundidad. Porque manejamos el espacio donde más le convenía a Canelones.
Porque pusimos voluntad, pero no claridad. Porque la juventud frecuentemente es
vencida por la experiencia; y la experiencia no solo es edad, sino vivencias
aprovechadas, y conceptos adquiridos de ellas.
Desde los primeros minutos se vio que el partido venía complicado. Canelones no solo se venía a defender. Su propuesta era jugar sin pelota, e
herir cuando y donde pudiera. Así Gregory Correa se hacía incontenible por
izquierda, y Sebastián Rojas peleaba y generalmente ganaba frente a la última
línea serrana. Claro, Lavalleja también mostraba sus intenciones. Y tenía el
balón, y Duque era pieza importante en el medio, y Gamarra buscaba, generaba,
remataba.
Mucha intención, poca concreción. El mismo Nicolás estuvo cerca un
par de veces en el primer tiempo, aunque la más clara fue de Rojas, evitada por
una notable acción de Alzogaray. Para el complemento, los cambios. Muchos y
rápidos.
En los nuestros apareció “el Hueso” Díaz, incisivo como siempre, pero
muy desordenado. Luego Mario Amorín, que ingresó bien, pero nunca encontró
compañía, considerando un opaco partido de Manuel Abreu. Se fue retrasando
Gamarra, y con él, se retrasó la poca prolijidad que teníamos en los últimos
metros.
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