miércoles, 23 de enero de 2013

El gran sur, ahí donde está el arte


EXPOSICIONES EN EDIFICIOS CONSTRUIDOS EN OTRO URUGUAY

Por Gorge Gómez

Es una experiencia imperdible, en varios sentidos, ingresar al gran hall de la Casa Central del Banco República del Uruguay en Cerrito 351 (Montevideo), un edificio construido entre 1926-1938, en un estilo neoclasicismo italiano, que si bien hemos visto en la prensa, en situ se potencia lo monumental con sus impresionantes columnas a la entrada, en su interior su arquitectura también es atrapante, y nos pone frente a un Uruguay que fue, que se construyó con una gran potencia e impresionante esplendor.

Hoy -y permanecerá hasta el 30 de marzo y se puede visitar de 14 a 20 horas de martes a domingo- alberga allí la exposición central “El Gran Sur”, la Bienal de Montevideo, que a su vez es acompañada desde el Edificio Anexo del Banco República del Uruguay (Zabala 1520), otra joya arquitectónica, con la exhibición de videos, y desde el Edificio Atarazana (Zabala 1583) y la Iglesia San Francisco de Asís (Solís 1469, entrada por Cerrito) otro edificio emblemático y en muy mal estado, que continúa el discurso de “aquel Uruguay de fines del siglo XIX, y un gran trayecto del XX”, que lleva a la reflexión. La bienal está organizada por la Fundación Bienal de Montevideo, cuya presidencia está a cargo de Laetitia d´Arenberg, secundada por Jorge Srur y Ricardo Murara y cuenta con el apoyo de instituciones públicas y privadas.

NO TE ALCANZAN LOS OJOS

Por un lado esa arquitectura y esa historia y por otro lo que es “El Gran Sur”, una exposición que tiene curaduría del alemán Alfons Hug como curador general, la chilena Paz Guevara y la uruguaya Patricia Betancurt en las co-curadurías, y la participación de más de medio centenar de artistas que “desplegaron sus obras en un espacio representativo de la seguridad, la solvencia y el poder que otorga el dinero, cualidades que se convirtieron en tema de varias obras”, dice Ana Martínez Quijano (en Ámbito Financiero).

Al ingresar al banco, el visitante es recibido por representantes del Ministerio de Cultura, que además de una atención esmerada en la información, ofrecen visitas guiadas totalmente gratuitas, fundamentales para ver y entrenar la percepción y sobre todo tener información para saber lo que se está viendo. Los jóvenes guías son fantásticos por la calidez y la forma en que van contando la historia de lo que muestran.

ALGUNAS OBRAS

Imposible en una nota referirse a todos los artistas, en gran parte lo que desarrollan son instalaciones. A la entrada se puede ver una del norteamericano Mark Dion, un imponente archivo que permite recorrer la historia del banco a través de objetos que pertenecieron a distintas épocas, desde balanzas a máquinas de escribir, acompañadas de relojes, enormes libros, hasta las bicicletas que usaban los empleados; todo armado contra la pared, del piso al techo, aprovechando una puerta al centro que es magnífica, y acompañado por las extraordinarias columnas de mármol y granito.

Otra de las obras que impresiona es la del chino Yang Xinguang, en un perímetro del piso. Hay pequeñas ramitas traídas desde Pekín, adheridas al suelo de forma vertical, que visto desde la altura humana no tiene mayor trascendencia, pero el guía nos hizo acostar en el piso y descubrir una obra potente, de una belleza lírica, como si estuviésemos mirando un bosque otoñal, bellísimo.

Otra de las obras que sorprende es la del mexicano Jorge Satorre, que desde una posición conceptual realiza una serie de collages a partir de la galería de retratos de los presidentes del banco (donde se encuentra el minuano Solano Amilivia), se hace una interpretación desde la psicología, la semiología y los detalles visuales. Hay algunas interpretaciones duras, otras más enigmáticas, y también los que salen bien parados, un juego interesante.

El chileno Bernardo Oyarzún montó un taller en la parte central del banco, donde muestra el proceso de construcción un tanto caricaturesco del carnaval uruguayo con figuras de tamaño natural de papel maché que remontan la raíz africana de estos festejos.

Cerca de allí está el «Jardín de flores», un manto tejido por El Anatsui, artista de Ghana que trabaja con los metales de las botellas de licor que ingresaban a su país, primero desde Europa cuando se canjeaban por esclavos, luego, también utiliza las de fabricación local, una obra -con seguros altísimos-, que atrapa por su discurso.

Son utilizados como soporte de la obra los antiguos cajeros o cajas del banco, hay en cada ventanilla distintos billetes uruguayos con frases alusivas a la libertad y el poder, y la evolución social del Uruguay. Desde las rejas de bronce se mezclan plantas de hiedra, que según se nos explicó esta obra del italiano Luca Vitone, muestra símbolos de fuerza y la vez de libertad.
Frente a estas cajas, el grupo de artistas uruguayos llamados Transpuesto de un Estudio para un Retrato Común, revive en clave contemporánea las expediciones de los pintores viajeros del siglo XIX. Cuentan ellos que llegaron a un pueblo cercano a Tacuarembó y allí retrataron a los pobladores y exhibieron los resultados, los que son movidos (y elevados) por el viento.
Interesantísima la instalación de la argentina Marina de Caro -más bien una performance que llevó a cabo dos días solamente- que recurre a la alquimia para torcer la realidad que reproducen los medios de comunicación. Durante una performance donde cruzó el ruido de dos licuadoras con el de un violonchelo, y preparó “su mágica fórmula de colores”, demostrando cómo también se pueden manipular las noticias.

EN OTROS ESPACIOS

Es imposible comentar obra por obra. Es sí imprescindible visitar esta Bienal de Montevideo, porque ofrece una oportunidad única de ver cómo se expresan artistas de todo el mundo, y también los uruguayos como Yamandú Canosa, Javier Abreu, Juan Burgos, entre otros con trabajos muy intensos.

En la Iglesia San Francisco de Asís (Solís 1469, entrada por Cerrito) la propuesta abarca varios sentidos, la artista boliviana Sonia Falcone realiza “Campos de color”, una instalación con cuencos de especies: chiote, chocolate, pimienta, clavo, comino, anís, café, curry, mate, wilkaparu, canela, y nuez moscada conforman esta instalación hecha con polvos de resplandecientes colores: terracota, índigo, rojo, verde, blanco, amarillo, carne, rosa, fucsia, violeta, naranja, ocres y azules sobre el suelo de la Iglesia de San Francisco, abarca colores, aromas, texturas, acompañado por el mundo plástico-sonoro del artista brasilero Paulo Vivacqua, cuya música se emite por parlantes, los que tienen colgado un sayo, representando los pastores del nordeste brasilero, es una experiencia fascinante de aromas, sonidos, colores y misticismo en un lugar muy especial.  

A este cronista le quedó en el debe ver lo expuesto en el Edificio Atarazana y en el Anexo del BROU, que si bien lo visité, no pude por razones de tiempo ver los videos donde hay un manantial de propuestas, desde el humor a el despojamiento documental, a través de diferentes estéticas. Es insoslayable ver esas propuestas. Es insoslayable asistir a esta Bienal de Montevideo, El Gran Sur, es una fiesta para los sentidos.





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