Destacó
Manzione la presencia de Pollo Píriz y Berta Pereira, quienes al finalizar
realizaron un espectáculo musical.
LOS
DEMONIOS DE JUAN
Manzione
recordó “el coloquio de escritores en el liceo Fabini con motivo de su
centenario, en el que estaban Hebert Raviolo, Gustavo Espinosa, Mario Delgado,
Leonardo de León y Juan, a quien le tocó cerrar el encuentro. El tema era la
relación entre los liceos departamentales y el desarrollo de la literatura
nacional. ¿Es posible establecer esa relación? Los liceos departamentales,
centros de educación y cultura en el interior del país, ¿nos acercan a la
literatura? La respuesta de Juan fue muy sencilla: tuvo la fortuna de
encontrarse con la divina Suleika -como tantos de nosotros- y no se acuerda nada
más. Podemos rellenar la amnesia con lecturas, la curiosidad de un jovencito
por las historias de pueblo y las ganas de contarlas. Reconocer la acción
civilizatoria de la educación -dicho de la manera más cruda- supone conocer y reconocer nuestra identidad:
soy quien soy, y aprendí y me enseñaron en tal lugar”.
ME
MARAVILLÓ EL PROCESO DE CREACIÓN
Ya
entrando en el libro “Demonios en el aire”, Manzione reconoció que lo leyó de
una tirada, “sabiendo que conocía la historia de una primera lectura de hace
alrededor de diez años. Me conmovió como la primera vez, y me maravilló el
proceso de creación de Juan que se afianza como un escritor de una fina prosa
poética, que maneja los adjetivos con precisión, adjetivos que son el tormento
para cualquier escritor”.
Manzione
se refirió a la anterior novela de Scuarcia, “Luna paraíso”, que también presentó. “Me mostró una historia cooptada por la
palabra. Como en aquella, en “Demonios
en el aire” nos encontramos con una novela fuera de la categorización, porque
no sabríamos decir si se trata de una novela de corte político, de corte
histórico, o si es una historia que justifica una tesis. En realidad, estas
tres vertientes de la narrativa están presentes. La anécdota atrapa al lector
pero, sobre todo, la palabra, siempre la palabra de Juan, deleita. No en vano,
este veterinario se lleva tan bien con la poética y la tiene como oficio
removedor de su existencia. La escritura como trabajo, como labor, como tarea
del escritor, de escribidor, a la manera de un escribiente, del que escribe lo
que le mandan, mandato que a Juan le viene de la vida misma, de la pasión por
contar, por registrar y convertir en
ficción las pequeñas grandes historias
de personajes que nos frecuentan”.
“LA
DE SU AUTENTICIDAD”
Manzione
menciona al poeta chiapaneco - mexicano Jaime Sabines dice -para la eternidad -
que “el poeta es el escribano a sueldo de la vida, porque se sirve del hombre,
de su circunstancia como el amante se sirve de la mujer, para decir las
palabras definitivas, las que usa la gente todos los días para llegar al
silencio. Testimoniar la realidad es un arte verdadero y la poesía es un simple
intento de comunicación, de comunión humana (...) Siempre que responda a una
vivencia humana, será poesía. El poema no tiene más que una medida: la de su
autenticidad (...) No se tiene derecho a hablar de lo que no se ha vivido”.
Sigue
con Ángel Rama, que en “La ciudad letrada” cuenta que en la América española
reclamaban “la participación de un script
(en cualquiera de sus divergentes expresiones: un escribano, un escribiente
o incluso un escritor) para redactar una escritura.
A esta se confería la alta misión que se reservó siempre a los escribanos: dar fe, una fe que solo podía proceder
de la palabra escrita (…)”.
“VIVEN
PERO NO VEN”
Para
Manzione las obras literarias de Juan “no escatiman detalles de los
sucesos ni expresiones de los personajes
para brindar verosimilitud a la ficción. El arte, y la literatura sobre todo,
cumple una función clave en la comunidad que es hacer visible lo que otros viven
pero no ven. Y en ‘Los demonios…’ tenemos una historia cuya trama está ahí para
ser tomada y disfrutada”.
“COMO
PEQUEÑOS RELATOS”
Manzione
se entusiasma, y expresa su disfrute diciendo que Scuarcia, a través de su
escritura, “construye la atmósfera de la novela en tiempo y espacios quebrados,
otorgando verdadera unidad a los distintos episodios, como pequeños relatos que
se van superponiendo unos a otros hasta conformar la historia de los personajes impregnados de
la peripecia humana. Las obsesiones, el dolor, la alegría, la mueca de la
maldad, el misterio, la oscuridad del rencor, los secretos familiares se asoman
e interpelan al lector sobre nosotros mismos. En una sinfonía de perspectivas,
encuentros y desencuentros y de voces múltiples, se arma esta historia cuyos diálogos
funcionan como motores de la anécdota. A través de ellos, conocemos a los personajes
porque el autor supo captar y trasmitir el corazón de la interacción humana,
que son las intenciones. La búsqueda de la identidad, la solidaridad, la
maternidad, la paternidad, el autoritarismo, los miedos, los prejuicios, los
sueños, el derecho a vivir y a morir son algunos de los temas que se presentan,
con los cuales el lector tiene que convivir y decidir, porque en la novela, entre
los cerros y la playa y otras geografías, hay un complejo mundo ficcionado, que
no se puede dejar de considerar”.
Finalizó
Manzione señalando que “no es de extrañar que del título, ‘Demonios en el aire’, se vayan desprendiendo distintos sintagmas
cuyo centro son los lexemas “demonios” y “aire”. Son los fantasmas que llegan y
se van, que nos rondan hasta que la palabra entre padre e hija se instala y nos
abandonan”.
Siempre
la palabra como puente, podía agregarse que también la poesía, como dijo
Manzione.
Seguidamente
Scuarcia leyó algunos párrafos del libro, que mostraron lo bien escrito y lo
atrapante que es.
0 comentarios :
Publicar un comentario